En aquel momento, en plena crisis, ni por asomo, el
No más de entrada, el primer día que Odir se presentó al estadio Rosabal Cordero, tuvo que resignarse ante la negativa de sus hombres de entrenar, dado el disgusto que carcomía el alma del plantel por la destitución de Jafet Soto y por los atrasos salariales.
No obstante, la mentalidad ganadora del tico-brasileño Jacques, logró devolver la sonrisa a una afición ansiosa por el cetro, tras una larga espera de 19 años.
Odir aceptó el reto de tomar un equipo rojiamarillo en ascuas. Sin embargo, a pesar del oscuro panorama, el avezado estratega se atrevió a decir que si había llegado al club, era para salir campeón.
Su camino lo inició como visitante ante Belén, desafío que saldó con un empate a tres goles. A partir de ahí, Herediano redondeó una racha de nueve juegos en condición de invicto (siete victorias y dos empates).
Simultáneamente, Odir y sus muchachos recibieron la ayuda de Limón. A la misma hora en que los florenses hacían la hombrada en San Juan de Tibás, contra todos los pronósticos, los caribeños sacaban del escenario al Cartaginés.
Pero lo mejor estaba por venir. Pese a que entraron “dejando los pelos en el alambre”, los rojiamarillos consiguieron doblegar a otro de los favoritos: Pérez Zeledón, al que derrotaron en el siempre difícil reducto del Sur, tras el 1 a 1 que Pérez había logrado a domicilio.
Quedaba el último escollo. A esas alturas, en la serie contra Santos, ya el equipo de Odir Jacques había adquirido la casta y jerarquía necesarias para campeonizar.