El Mundial de Clubes cambió la historia del fútbol en Concacaf. El certamen regional pasó de ser un torneo de copa que cambiaba formato a cada año y no siempre se jugaba, a una Liga de Campeones constante, en el que todos los equipos exhiben su mejor nivel y capacidad.
Más allá del prestigio de defender a la Confederación en la cita mundialista, el viraje se debe al millón de dólares –como mínimo– que paga la FIFA por asistir a su mundialito cada año.
Ese enorme signo de dólares llamó la atención de estadounidenses y mexicanos, que desde 2005 dejaron de enviar sus conjuntos alternativos a participar.
Es mucho dinero. En 2005, cuando nació el Mundial de Clubes en su formato actual, la FIFA estableció una bolsa de premios de $16 millones, divididos de la siguiente manera: $5 millones al campeón, $4 millones al subcampeón, $2,5 millones al tercero, $2 millones al cuarto, $1,5 millones al quinto y un millón al sexto. Luego se incorporó un juego tipo “repechaje”, entre un club anfitrión y el campeón de Oceanía, por lo que se agregó medio millón para darle al sétimo puesto.
Como Concacaf no paga al campeón, ese millón de dólares (más de ¢533 millones) se constituye en el preciado objetivo.
“El premio económico es solo para el que logre ganar la Concachampions . Es más de un millón de dólares y con ese dinero se pagaría casi toda la deuda de Alajuelense. Pero a eso no le hacemos números, es mejor ir paso a paso”, dijo el jerarca Raúl Pinto.
Y se puede multiplicar. Cada triunfo en el Mundial se valora en, al menos, $500.000. Por ejemplo, Saprissa ganó $2,5 millones en 2005, cuando conquistó su histórico tercer lugar.