Al tenor de un mediodía con rayos de un sol castigador y sensación de asfixia en el estadio Ecológico, Universidad y Herediano finalizaron ayer empatados 1 a 1.
A veces, el juego celeste parece una coreografía. Sin exagerar.
Hay buen toque, buenos desplazamientos y cierta gracia colectiva en los tejidos del toma y dame.
El talón de Aquiles de los académicos radica en la definición; salvo, claro está, el punto de mira de Minor Díaz, su artillero insigne.
De nuevo, el goleador del Verano (11 goles) estampó su rúbrica de fuego en el epílogo de un choque que resultó apenas regular.
El volante universitario condujo con dominio y buen criterio. En consecuencia, la mayoría de los avances locales del primer tiempo se acercaron bastante a la cabaña de Leonel Moreira, quien desvió con agilidad felina un trallazo de Díaz en los albores del duelo.
Seis remates de los universitarios, cinco de ellos directos, contra tres disparos lejanos de los florenses, certificaron la superioridad del conjunto de Iván Mraz a lo largo de la primera etapa. Sin embargo, la presión local no estalló en la red.
Los inquilinos de la oscuridad evidenciaron, una vez más, la paradoja de un conjunto que sabe con la pelota, que cuenta con las municiones de un goleador y, sin embargo, desde hace tiempo, la U tiene reservado el boleto en el cabús sin retorno de la Primera División.
Arrancó el segundo tiempo y en cuestión de minutos, la carta de Giuntini comenzó a dar fruto.
Luego de que había generado varios avances insinuantes, Hernández elevó un centro desde el sector derecho al segundo palo del arco de Daniel Cambronero.
Nítido, sin marca alguna, Olman Vargas asestó en los cordeles su olfato de goleador. 0 a 1, al 53'.
El “matador” insistió en las cercanías de Moreira. Al menos en una ocasión fue víctima del hierro defensivo, sin que el juez sancionara dos o tres faltas más que evidentes.
Quedaba solo un minuto en el cronómetro. La UCR avanzó otra vez y Alejandro Castro filtró un centro débil desde la derecha.
El goleador abrió un resquicio entre las tijeras cortantes de los gendarmes, activó el gatillo y el balón viajó a la red por la esquina imposible del guardameta Moreira.
Uno a uno, justicia y cierre.
¡Brazos en alto del goleador!