Heredia. Nubarrones rojos y amarillos y serpentinas provenientes de cada rincón de las graderías recibieron a los equipos protagonistas de la final.
La iniciativa “Infierno Amarillo 2.0”, organizada por los seguidores heredianos, cumplió con las altas expectativas de darle un arranque impresionante al último partido del Invierno.
Así se certificó algo que era previsible. Antes del inicio de la final, el Herediano ya había ganado en algo: el mejor ambiente en el trajín del torneo siempre estuvo en el estadio Rosabal Cordero.
Una atmósfera familiar y un entorno optimista, marcado por el larguísimo invicto del Team en casa (19 partidos sin perder y 11 victorias consecutivas por la liga local), son los elementos de un alegre ambiente en el reducto florense.
Todo muy bien sazonado por esa pegajosa canción de Javier Rojas y Otto Vargas: Ninguno pudo con él .
Además de la algarabía rojiamarilla, había una esquina rojinegra en el reducto. Por lo que desde temprano estaba garantizado que ningún equipo celebraría en solitario el título nacional.
El típica canto de “ahí está el campeón” pocas veces es tan cierto, pues definitivamente el monarca saldría de entre los dos conjuntos dentro de la cancha.
La suma de todos esos elementos, así como los aires navideños y la convocatoria de un estadio repleto garantizaba que la gran fiesta del fútbol nacional no sería poca.
No en balde nadie quería perderse nada y desde antes de las 6 p. m. ya estaban casi llenas las más de 7.000 localidades que dispone el estadio en el corazón de Heredia.
La tensión. Lo malo es que todo ese vendaval de emoción no contagió a los equipos y la tensión se fue trasladando a las gradas a medida que el partido avanzaba sin goles ni opciones en las porterías.
Los restos de las serpentinas que sirvieron para volver la gramilla en un mar blanco se convirtieron en armas para reclamar en contra de los visitantes.
Inclus, hubo tramos, cortos, en los que la pequeña mancha de manudos se dejó escuchar más alto que los feligreses locales.
Toda esa mezcla de emoción y tensión acabó con más de uno y no fue extraño ver pasar, de vez en cuando, a la Cruz Roja con un aficionado desmayado en la camilla. Nada grave, eso sí.
A la mayoría de los afectados se les vio volver a sus trincheras poco después de ser atendidos por los paramédicos. Algunas atenciones, algo de agua al rostro y de nuevo a la tarea de apoyar.