Uno añora ver a nuestra Selección Nacional en los grandes escenarios y a los futbolistas nacidos en esta tierra en grandes equipos del mundo.
Más allá de los males dirigenciales y nuestras limitaciones lógicas de ser un país pequeño y, encima, subdesarrollado económicamente, el balompié tico no da para grandes esperanzas.
Tiene razón Ricardo La Volpe en que el jugador tico no conoce el ABC del futbol. Por eso, en sus entrenamientos detiene a cada instancia la jugada con el objetivo de corregir algo que debió enderezarse desde las ligas menores.
Basta ver cualquier partido de Primera División para notar esas falencias. He aquí algunas.
El jugador costarricense corre más que balón. La movilidad (el desplazarse para ser un receptor idóneo) es poca. Una premisa básica del futbol moderno.
Después de hacer una gran jugada de recuperación del balón, no se sabe qué hacer la pelota.
Se encierra contra la línea en vez de buscar el centro del campo donde hay más posibilidad de espacio.
Tiran “ladrillos” en lugar de pases. Hace un quite fantástico y luego se atolondra y la pierde, la regala o tira otro “ladrillo”.
No hay regularidad. Antes se iba a observar a Yuba Paniagua, ahora la gente que asiste al estadio no llega con el objetivo de ver al alguien en particular.
Todos son rehenes de los técnicos, nadie se sale del lineamiento del timonel. Por eso hay medianía y cuando alguien se atreve, es reprendido por el técnico y sus propios compañeros. El que se sale, es culpable de la posible derrota.
No hay intensidad. Se dura eternidades en el cobro de saques de banda, tiros libres y de esquina.
El portero hace de los saques de puerta todo un ritual aburrido, metódico, caótico. A eso hay que sumarle las constantes faltas, la mayoría innecesarias.
En los balones peleados por alto, ambos van al bulto y con los ojos cerrados. Por eso chocan.
Los pases al espacio vacío se dan de tal forma que el receptor tiene que emplearse a fondo para dominar el balón, cuando debería ser al pie. Estos lances son siempre en corto, pues no hay visión para cambiar de perfil gracias a un pase largo. Otra vez, no hay sorpresa.
En los tiros del esquina, si el balón va al segundo palo, nunca hay nadie. Si es dirigido al primero, necesariamente lo ganará el defensa. Insisto, no hay sorpresa ni variantes y así será muy difícil competir contra las potencias mundiales.