Dos goles y un autogol a favor y tres goles en contra.... Dos derrotas y un triunfo... Una gris matemática que apenas raspa la superficie de la crisis de juego que arrastra Saprissa en el Invierno.
El equipo morado vio como los nervios y las desconcentraciones, dudas al fin, se propagan desde el marco y la defensa hacia todas las líneas del campo.
Aquel goleo avasallador que sirvió para esconder la falta de equilibrio al arranque de la temporada se marchitó. Quedó un conjunto que, como pasó el domingo ante Carmelita, es capaz de perder por sí mismo los partidos y hasta puede anotarse solo.
“No es excusa, pero realmente a veces esos parones nos quitan un poco de ritmo. El equipo venía con una curva hacia arriba”, comentó el ariete Ariel Rodríguez, quien había anotado cinco goles en la temporada (cuatro por Concacaf) antes del parón de 18 días a inicios de mes. Desde entonces, nada.
Esos no son, ni por asomo, los precedentes que los tibaseños quisieran cargar a cuestas para el momento en que, mañana a las 8 p. m., los capitanes estrechen las manos y den paso al clásico nacional.
En la S lo saben, pero están escasos de respuestas para reencontrar la estabilidad que dio paso al título de monarcas. Se resguardan, entonces, en la excesivamente trillada frase que se escucha desde cualquier parte del mundo: “todo clásico es un partido aparte”.
Esa es la esperanza más cercana que tienen en el cuartel morado, la de que una victoria contra el archirrival de siempre sirva de panacea para, de una vez por todas, dejar de vivir con taquicardia los partidos.
“Ganar es lo que nos puede dar esa tranquilidad para trabajar, ese ánimo distinto. Es lo que teníamos la semana pasada después de ganarle a la UCR”, dijo Gabriel Badilla, capitán y líder de la zona más criticada del equipo: la defensa.
Los tibaseños cargan con diez goles en contra, la mitad de lo que permitieron en el dulce Verano.
La feligresía, molesta porque Saprissa empezó perdiendo los siete partidos del certamen local, reclama el perdido lujo de ver con calma a su equipo y empezó a señalar dedos a diestra y siniestra.
Culpas que, como las dudas, vienen de atrás y avanzan hacia adelante. Solo Juan Bustos Golobio, en su mejor nivel, se salva.