El más reciente fogueo de la Tricolor con Brasil dejó sensaciones positivas y negativas, que vale la pena resaltar.
Fue agradable –y para alabar– la inversión y el esfuerzo de la Fedefutbol para contratar al pentacampeón del mundo. Brasil fue una escuela de enseñanzas, que debemos saber capitalizar.
Tener aquí en menos de un año a Argentina, Brasil y pronto a España, actual monarca, es un lujo al contar con un escenario del primer mundo que facilita su traída.
Lástima que no fue posible hacer el espectáculo con los brasileños más accesible a la población y que se dejaran de vender más de 10.000 boletos. Los precios de las entradas estuvieron muy elevados y lejos del alcance de todos los aficionados, que hizo ver claros en las gradas de la sede josefina.
Deben incentivarse las promociones para llevar al Estadio Nacional más seguidores de menos recursos al juego con La Roja . Al menos, se consiguió que se bajara un poco el costo de los tiquetes.
Agridulce. Aquí hago eco del comentario acertado que se dio en el programa Futbol por dentro , en su versión dominical, por Canal 7 , de que al choque le faltó el calor y la alegría de los actos protocolarios. No hubo bailes típicos costarricenses, ni la samba ni la lambada de alguna comparsa brasileña.
A la vez, fue chocante ver a seguidores ticos con camisetas de Brasil. No está bien. Falta más mercadeo de los valores de la Tricolor, para fomentar el ambiente que debe rodear la eliminatoria, en los que se debe marcar diferencia en las gradas para luchar por el boleto al Mundial Brasil 2014.
Hubo formalidades que faltaron. No hubo un programa oficial con los detalles mínimos, para entregar a los periodistas que le dieron cobertura al duelo. Y realizar videos con el historial de ambas asociaciones, para mostrar por las pantallas electrónicas.
El juego fue insípido y táctico. Gustó la Selección, su orden, personalidad y carácter, pese a que solo tuvo cuatro días de trabajo con el nuevo cuerpo técnico. Pero a nadie agradó el abuso del juego brusco. Hay que hallar pronto variantes en el ataque, como anunció Pinto, ante la falta de efectividad de Álvaro Saborío y de ritmo competitivo de Winston Parks.
Lo mejor fue la actitud de Brasil. Que llegara con tanta anticipación, con apertura al atender a sus fans y a la prensa. Como embajadores del próximo Mundial, el equipo supo conquistar al público por su sencillez y humildad.
El gesto final de nobleza de Ronaldinho, con sus reverencias y saludos a la afición, se ganó el corazón de los ticos. Ahora viene España, el 15 de noviembre. Ojalá que el aprendizaje que nos dejaron los juegos de Argentina y Brasil se aplique con certeza, en beneficio de los actores más cercanos a estas contiendas deportivas.