Saprissa camina al ritmo y pulmón de Juan Bustos Golobio, el apoyo que el campeón encontró en momentos donde la estabilidad del título amenaza con acabarse.
A sus 22 años el volante es hoy el jugador que asumió la tarea de levantar al alicaído Monstruo , manejándolo con un fútbol alegre que logra dibujar sonrisas aún en una afición ya un poco incrédula.
Aparte, goles como el del miércoles ante la UCR o aquel en Kansas City al que hoy se aferran las matemáticas de la S , son también cada vez más comunes en un futbolista que, después de mucho tiempo, se siente en confianza de pronunciar la palabra consolidación.
“Siempre trabajo para jugar y creo que ese trabajo siempre me ha respaldado, ahora tengo más confianza y más regularidad y tengo que decir que todo eso me ha ayudado mucho”, aseguró.
No parece mentir: esa confianza lo hizo brillar con luz propia en su debut con la Selección Nacional en la Uncaf y hoy lo tiene, por fin, como un inamovible de Rónald González. Aunque nada de eso le alcanza al volante para dejarse decir que vive su mejor momento.
“No me atrevo a ponerlo así, estoy muy joven y nunca voy a hablar de mí para decir soy mejor ni nada de eso, juego para ayudar, para aportarle al equipo.
“Mis aspiraciones ahora mismo son jugar, agarrar esa regularidad. Por dicha estoy haciéndolo bien, o al menos lo mejor que puedo, pero tengo que estar agradecido con Dios porque he tenido las oportunidades”, afirmó con humildad.
Cosa de inviernos. Juan Bustos Golobio irrumpió en la Primera División en agosto de 2010, entonces como un relevo del Alto Rendimiento que llegó arriba precedido por un talento que hizo fama en Tibás.
Sin embargo, su salto definitivo al primer equipo debió esperar un año completo, hasta que Alexandre Guimaraes lo alineó en Pérez Zeledón a la par de un contemporáneo suyo: Yeltsin Tejeda.
Los dos dejaron un buen sabor de boca, pero solo Tejeda lograría despegarse ahí mismo del banquillo con una carrera que creció como la espuma y que, aparte de llevarlo como titular a Brasil 2014, lo colocó esta temporada en Francia.
Para Golobio todo fue diferente. Solo un partido después, una ruptura de ligamento cruzado lo mandó al quirófano y lo alejó del césped casi un año, relegándolo otra vez a la lucha por hacerse un nombre.
En eso estuvo buena parte del 2012 y algo del 2013, hasta que el infortunio volvió a tocar su puerta disfrazado de una fractura de clavícula. Era el Invierno 2013 y el volante se devolvió sobre sus pasos.
“Esto es de oportunidades y uno tiene que estar tranquilo porque en el fútbol todo puede pasar. El trabajo fue vital en todo este tiempo, tanto en las buenas como en las malas. Cambié muchas cosas en mi vida, detalles que podrían parecer pequeños pero que sin duda en mí han hecho la diferencia”, añadió sin querer revelarlos.
Ahora es Invierno otra vez, solo que este, por fin, luce soleado para el siempre sonriente Golobio.