Saprissa hizo un negocio redondo en la escasez de Pérez Zeledón y acabó por llenar de goles a un sparring sin alma, que le dejó tres puntos y todas las facilidades necesarias para descansar a su titular.
Poco pudo hacer el debutante libreto de Daniel Casas para corregir los yerros de un equipo que ya empieza a exhibirlos como identidad, víctima primero de su propia incapacidad antes que de la superioridad rival, esa que a esta parcheada S le costó sacar a relucir pero al final exhibió con orgullo.
Congruente con el discurso luego de la derrota ante Belén, Jeaustin Campos apostó al descanso y la rotación para un duelo que claramente no le preocupaba tanto como el clásico que lo espera el domingo en el Rosabal Cordero.
Fue un riesgo casi excesivo: nueve variantes, un cambio de sistema y además la inclusión de un puñado de los nombres menos habituales de su plantel; todo aun así insuficiente para que este Pérez se sintiera, siquiera, algo cómodo.
Nunca en un partido que vino de menos a más la visita hizo algo que permitiera pensar en un destino diferente al de ayer, una derrota casi presupuestada para un conjunto infinitamente inferior a un rival que de alguna forma le guiñó un ojo llenándose de variantes.
Aún en ese primer tiempo donde a Saprissa tanto le costó acomodarse, no tuvo nada este Pérez, que apostó fuerte en la pretemporada para evitarse precisamente noches como estas, donde la impotencia se palma en el resultado.
La anotación de Carlos Saucedo al 43’ llegó quizás demasiado tarde pero fue congruente con lo que se veía en la cancha: el crecimiento, lento pero constante, de un Saprissa que aprovechó para meterle minutos a hombres como Diego Estrada o Daniel Colindres, los dos conscientes de eso y claros en aprovechar la oportunidad.
Barrida. El gol de Estrada al 59’ llevó calma a las graderías del Ricardo Saprissa y sentó las bases para el festejo del propio Colindres al 77’, un monólogo que siguió hasta la agónica interrupción de Fabrizio Ronchetti al 87’, único lunar en la noche tibaseña.
Mynor Escoe, que por fin regresó al gol tras su lesión, celebró ya en el descuento el desahogo de esa necesidad que tienen los delanteros y puso así cifras definitivas en un tiempo donde casi no se tuvo ninguna noticia de la visita.
Fue además la cereza en el pastel, la culminación de un negocio que a Jeaustin Campos le salió redondo, porque no solo cumplió en casa sino que refrescó las piernas de nueve de sus titulares, invaluable recurso para pensar ahora sí en el pulso contra Herediano.
Por si fuera poco, pudo observar variantes, todo eso en 90 minutos de un duelo que, posiblemente, ni él esperó tan fácil.