La nueva vida de Minor Vargas transcurre entre los libros y las revistas que pueda obtener, entre noticias que ofrecen la realidad de una latitud distinta a la que le interesa y correos electrónicos tan limitados como si le hubieran llegado por telégrafo.
Puede ver algunas horas de televisión por día y de vez en cuando películas de corte educativo, tiene derecho a salir al jardín y ejercitarse, y desde hace unos meses también a dormir solo.
Celebró con cierto retraso el boleto hacia Brasil 2014, trata de seguirle el pulso al Campeonato Nacional y disfruta al máximo las escasas visitas que tiene, porque aunque el sistema le permite dos esperados encuentros por fin de semana, la billetera solo acepta unos dos o tres cada año.
Así transcurre la nueva vida del último gran mesías del fútbol nacional, ese que hace exactamente un año recibió una histórica condena de 60 años por lavado de dinero y fraude, el mismo que hoy respira a través de las rejas de una cárcel de máxima seguridad.
Último chance. Desde diciembre anterior Vargas se “mudó” de Virginia a Florida en una de las pocas condescendencias que el Gobierno de los Estados Unidos tuvo con él, la misma que le permitió al otrora empresario pasar sus días en un estado con un clima más agradable al del a veces frío Richmond.
Recluido en el Complejo Correccional Federal de Coleman, Vargas aguarda a que los años transcurran hasta que su carácter afable y buen comportamiento le allanen el camino para su movida final: intentar conseguir el anhelado permiso de acabar sus años en Costa Rica.
“Esa es la opción nuestra, que su edad (62 años), falta de antecedentes, una carrera incluso en Estados Unidos y que en su currículo existan las recomendaciones de los lugares en que ha estado recluido estos años, se conviertan todos en recursos favorables para lograrlo.
“El abogado nos dijo que diéramos unos años para esperar otras valoraciones de los fiscales. Ahorita no pensamos en reducción de pena, es una repatriación, un arresto domiciliario, no es libertad condicional ni traerlo aquí a un centro penitenciario”, dijo Rolando Vargas, hijo del antiguo empresario.
En esa carrera Rolando añadió que el comportamiento y colaboración de su padre con otros (por ejemplo en temas de idioma) le ha valido el respeto y algunos favores.
“Digamos que dentro de la máxima seguridad él está en el nivel más bajo, no es que está con asesinos ni nada por el estilo, incluso hasta donde sé pasó de dormir en una sala común a tener su propio lugar, la idea es que pronto mejore aún más”, finalizó Vargas.