Jorge Vergara Madrigal llegó al Saprissa en marzo del 2003: lo hizo en olor de multitud y con el traje de superhéroe para salvar de la desaparición a un equipo que estaba más allá del borde de la quiebra.
Llegó sin medias, con botellita de la bebida Omnilife en su mano y, ciertamente, con un dejo de sorpresa por la forma cómo era esperado por la feligresía de la S.
Su primer contacto con el saprissismo sucedió en la misma cabina del avión que lo trajo a Costa Rica, cuando los pilotos le agradecieron su venida al país para invertir en la
Cerró el trato en marzo y el saprissismo todo intuyó, deseó, pronosticó, esperó y pidió un renacer de una institución que era poco más que un cascarón.
“Él cayó en el equipo exactamente así como llegó al estadio Saprissa. ¿Se acuerda que llegó en helicóptero? Pues así fue: literalmente, cayó del cielo y salvó al Saprissa de la desaparición”, recordó Méndez ayer por la tarde.
La era Vergara duró, pues, ocho años y se cerró ayer con la venta a un grupo de empresarios costarricenses agrupados en una asociación de negocios llamada Horizonte Morado.
El paso del magnate de Jalisco se puede enumerar en siete campeonatos nacionales, un título y dos subcampeonatos de la Concacaf, una clasificación al Mundial de Clubes del 2005 y un tercer lugar en esa competencia (sitio que ningún otro club del área ha podido repetir desde entonces).
Fue beneficioso, sacó de la quiebra al Saprissa. Creo que su mejor labor fue en los primeros años”, expresó el tercer presidente del club, Enrique Weisleder.
También se convirtió el club en exportador de jugadores, aunque un par se le escaparon..., con el consiguiente perjuicio económico.
La escala de grises con respecto a los sentimientos que despertaba su figura jamás calzó con él: se le quería o no se le quería.
El saprissismo que lo recibió aquella noche de marzo del 2003 con fuegos artificiales, un sombrero charro y el Monstruo (al que más de una vez trató de jubilar) lo dejó de querer de a poquitos.
Le reclamaba, como solo se le hace un reclamo a un padre ausente, su indiferencia con el club de San Juan de Tibás.
Sospecharon, como lo haría una pareja engañada, que los afectos (verdaderos) de Vergara estaban realmente en otro lado: que las Chivas eran su auténtico desvelo.
Rumores de venta, intentos de retomar el control del club y protestas contra su indiferencia y alejamiento (algo que siempre negó) matizaron sus últimos días.
El Vergara que daba entrevistas –cortas pero las daba–, dejó de venir al país, se perdía los clásicos y ya no contestaba llamadas.., hasta el extremo de pedir la invocación divina para que lo dejaran en paz.
Ayer se concretó la venta del Saprissa y el magnate de los pies sin medias devolvió a manos ticas el club que fundó un zapatero.