Fue una de esas victorias que dejan a los seguidores del equipo vencedor con la sonrisa fija durante varios días, por obtenerse ante el contrincante de toda la vida y por la forma cómo se consiguió: en un dos por tres, en menos tiempo de lo que se necesita para contarlo.
Fue cosa de tres minutos para que los campeones nacionales se sacudieran del yugo de un gol muy tempranero.
Empezar un clásico en casa ajena con la renta de un gol es una especie de joya en este tipo de partidos. El tanto de Jairo Arrieta cuando solo se llevaban cinco minutos de juego, fue un directo al mentón al cual la Liga le tomó su rato responder.
Es como si en el boxeo, el retador dejara ir su mejor mano apenas en el primer asalto, cuando todavía los dos rivales se están calibrando.
Los manudos reaccionaron, aunque les llevó sus minutos. No fue sino al 18' que se acercaron a los predios tibaseños con un remate de Argenis Fernández, que se fue por poquito por encima del larguero de Fausto González.
Saprissa apostó por ocupar el ancho de la cancha con dos hombres abiertos sobre los costados (Armando Alonso y Arrieta), con uno enquistado en el centro del ataque (Alejandro Sequeira). Por momentos, los visitantes se vieron más eficientes a la hora de ocupar espacios en el campo.
Repuestos de aquel trancazo, los campeones se asentaron en el terreno de juego, tuvieron mayor posesión de la pelota, pero... la pegada en la zona de candela.
Y es que sin remates a marco es muy complicado ganar, porque no todo pasa por tener la pelota.
Hay que llegar y rematar a marco: así de simple, porque la mayor posesión debe traducirse en peligro contra el marco adversario, en primera instancia, y en anotaciones, en segunda.
El trallazo de Fernández para el empate del juego y el cabezazo del recién ingresado Jonathan McDonad fue la confirmación del anterior enunciado.
Saprissa se quedó, para decirlo de manera sencilla, pasmado: en un abrir y cerrar de ojos recibió un par de impactos. Anonado es la palabra más adecuada para describir ese momento del equipo tibaseño. Fin del juego y la grey manuda se montó en la fiesta. No era el festejo de un cetro, pero ganarle a la S se parece mucho.