Lo hizo ante un Pérez Zeledón que gusta, da pelea y sobre todo, es inteligente en la cancha.
El empate a uno de ayer entre manudos y generaleños perjudica a la Liga, que si aún no está en caída libre, está lista para que cualquiera la empuje al vacío.
Sin embargo, los manudos no quieren despedirse del torneo sin dar pelea y los jugadores lo dejaron claro ayer en el Morera Soto.
Tal como lo prometieron entre semana, el pitazo inicial dictó un vendaval de camisas rojinegras moviéndose por todo el campo.
No obstante, ese impulso se estrelló rápido con un muro enorme.
El defensor Giancarlo González se expulsó al golpear a Néstor Monge y en el cobro, Roberth Arias la metió al ángulo (26’).
Golazo y celebración guerrera. Pero principalmente, una daga en el corazón del león y en cada uno de los aficionados rojinegros que a pesar del deprimente momento erizo, llegaron en masa a intentar sacarlo de un enorme hoyo que se ve cada vez más profundo.
La anotación le sacó a la Liga todos esos sentimientos acumulados en la semana. Esos que se tratan de minimizar al salir a la cancha: ansiedad, presión, incertidumbre.
Más pases malos, desplazamientos erróneos y gestos entre los jugadores comenzaron a notarse.
La visita tomó confianza y empezó a tocar con ritmo de “grande”. En estos momentos lo es. Lo dice la tabla y lo dice su futbol.
Sin embargo, cuando parecía que los generaleños se asentaban en el campo, la malicia de Alejandro Alpízar al efectuar un tiro libre en corto, cuando estaba para darle, generó el empate de Jorge Gatjens.
La pelota le quedó más por suerte que por otra cosa, pero la empujó junto a todo el estadio.
El grito fue gigante. Fue como una resurrección. Una bomba para sacudir las bases de aquel muro.
Partidos como el de ayer son los que despiertan las ganas de infiltrarse a un camerino y escuchar las charlas técnicas.
El primero algo como que “hay que morir en la cancha, somos novenos”, y el segundo algo como “mantengamos la calma”.
Exactamente así jugaron los dos en el complemento.
Los manudos se fueron al frente con más corazón que buenas ideas y los sureños le dieron pausa al encuentro producto de una filosofía conservadora y de contragolpe.
No obstante, ayer fue uno de los casos en que las ganas y el esfuerzo le ganan a la planificación y al trabajo, porque la Liga empezó a tener oportunidades. Y claras.
Alpízar tuvo una al 49', Allen Guevara otra al 52', Cristopher Meneses pegó una en el palo de arriba al 54'. Ninguna entró.
Tampoco ingresó otra de Alpízar al 83’ ni una última de Danny Blanco al 92’, quien perdió la opción de ser un héroe mayúsculo.
Las emociones destilaban por todas partes, pues el futuro erizo pendía de un hilo. Al final, un punto es un paso demasiado corto.