Costa Rica se tomó el juego con mucha seriedad y el plantel nunca fue calculador. La Nacional no se guardó nada para sacar la victoria.
En defensa, se controló a Panamá y no se tuvieron grandes problemas, gracias a que sea armó un buen bloque en el último cuarto de cancha, se fue paciente y se cerraron los espacios para sacar al rival y luego golpearlo.
Por su parte, en ataque se mostró buena circulación, transiciones con velocidad y toque. La Sele fue agresiva, buscó el arco canalero y tuvo en las bandas una virtud, ya que tanto Allan Miranda como Bryan Oviedo, o cuando ingresó Rónald Matarrita, aportaron desequilibrio y potencia para ir a línea de fondo y terminar con algo cada jugada.
Uno de los puntos por destacar fue la sociedad de Rándall Azofeifa y Celso Borges, quienes parecen entenderse a la perfección y siguen dando muy buenos frutos.
Ellos dan estabilidad, contienen, cortan y distribuyen juego para sus compañeros.
A ellos se suma Christian Bolaños, quien demostró que puede asumir el rol de armador cuando Bryan Ruiz no está. Bolaños se movió libre por todos los sectores del campo y se perfila como una muy buena alternativa en un puesto en el que no se le había visto.
Además, en general, los muchachos que entraron y recibieron la oportunidad demostraron que es posible contar con ellos y que están listos para lo que se viene.
Ninguno desentonó, entraron en el ritmo que traía la base y le dieron tranquilidad a Óscar Ramírez, al confirmar que pueden suplir a uno de los llamados titulares si baja su nivel o se presenta alguna lesión.
Así lo evidenciaron Esteban Alvarado, Miranda, Francisco Calvo, Oviedo y Johan Venegas, quienes cumplieron con lo que se les pidió e incrementan la competencia.
Pensando en lo que se viene, Costa Rica se vio muy fuerte en esta cuadrangular. La ganó con mucha solvencia. Hay un grupo de futbolistas importante, solvente y que da variedad en todas las zonas. Esto da confianza para la hexagonal.