Como el niño que hace del balón su mejor aliado, Wálter Centeno no se despegó de la pelota durante buena parte del juego que significó su estreno como director técnico en Primera División.
Para girar órdenes, para lamentar un intento fallido y hasta para caminar del vestuario al campo, Paté no soltó la pelota.
Esa fue la mejor forma que encontró para expresarle a sus hombres que, mientras más tiempo tuvieran la redonda en su poder, mayores serían las posibilidades de que Grecia saliera ilesa del debut en la máxima categoría.
Tras 50 minutos de dibujar trazos en el campo, desdoblar por las bandas y generar más fluidez que su encopetado rival (Alajuelense), la propuesta del Paté se desbarató en un santiamén.
Elías Palma incomodó a Jonathan McDonald dentro del área, el artillero cayó como si lo hubieran atropellado, el juez pitó penal y el marcador empezó a moverse tan rápido que cuando Centeno y compañía vieron la pizarra, ya tenían tres goles en su arco.
José Luis Cordero, de penal, en el 53’; Jonathan McDonald, en el 56’; y Kenner Gutiérrez, en el 67’, castigaron la propuesta griega de llenar el ojo con fútbol, pero sin réditos en la tabla de posiciones.
Esos minutos de desajuste total entre la media cancha y la defensa sentenciaron a un plantel griego que, salvo el estrepitoso marcador, dejó una impresión notable en el campo.
Aunque en el comienzo del juego la Liga quiso amedrentar al recién ascendido, conforme se sintieron mejor, los hombres del Paté opacaron a un león que mostraba los colmillos pero no mordía.
Daba la impresión de que McDonald no tendría un juego plácido, especialmente tras el mano a mano que desperdició al filo del primer tiempo; y que si Grecia metía un gol, el cielo se les encapotaría para los rojinegros en La Sabana.
No ocurrió nada de lo anterior. Por el contrario, la Liga se aferró a las individualidades, al despertar de McDonald y a la descomposición parcial de su contrincante para tirarlo al piso con el margen suficiente para asegurar su primera victoria del certamen.
Por más que los jugadores anfitriones mantuvieran la idea de elaborar desde atrás, con su portero como líbero y Elías Palma jugando casi en la medular, madurado el compromiso, el peso del marcador era tan lapidario y contundente que los intentos por recortar distancias fueron lo más parecido a lanzar manotazos al aire.
A la Liga se le debe reconocer que mejoró entre un tiempo y otro, además tuvo la virtud de ajusticiar a su rival cuando se descuidó. Con su efectividad le envió un recado directo a Paté: con jugar bonito no alcanza.