Cuando el exsaprissista Evaristo Coronado despertó ayer a las 7:15 a.m. de su profundo sueño, algo en sus adentros le decía que no era un amanecer usual.
Ya no existía aquella presión por la disputa de puntos. Al contrario, la tranquilidad lo tenía sorprendido, aunque conforme transcurrieron los minutos, Eva hablaba menos porque algo se lo impedía: sus ojos estaban cargados de lágrimas.
La Nación llegó a su casa, ubicada en Llorente de Tibás, a las 8:15 a.m. de ese día tan especial. "Creo que mi vida es el deporte, todo el día miro solo programas deportivos".
-Evaristo, ¿a quién heredará la camiseta número 11?
-No lo sé, tendría que ser algún jugador nuevo, creo que uno de ellos podría ser Alejandro Sequeira.
-¿En 15 años cuál fue el mejor jugador que vio?
-Con el respeto a los demás, cada jugador tiene su puesto y cumple en él, pero lo que le he visto hacer a Roy Myers y Enrique Rivers es imborrable; ambos son una fantasía.
-¿Cuál fue el defensa más difícil de esquivar?
-Sin duda Carlos Mora de Peréz Zeledón. Tiene una fuerza increíble, seguramente pasa alzando pesas todo el día (se ríe).
-¿Un amigo a lo largo de su carrera?
-Vladimir Quesada, a él lo miro como si fuese mi hermano.
-De los jóvenes valores nacionales, ¿quiénes darán de qué hablar?
-Alejandro Sequeira, para nadie es un secreto, Try Benneth, los hermanos Drummond, Ronald Gómez y Jafet Soto.
-¿Cuánto fue su primer sueldo?
-(Se ríe) Fueron ¢2.500, y eso ... dos meses después.
-Por ser el día de tu adiós, ¿pediste algo en especial a los dirigentes morados?
-Ahora que lo dice sí, pedí que no me pusieran la famosa canción Las golondrinas. Prefiero que pongan música alegre, no quiero seguir llorando.
-En tanto tiempo como futbolista, ¿conserva alguna camiseta?
-Para serle sincero todas las he regalado. Solo tengo cuatro de cuando estuve en la selección.
-¿Y la de hoy (ayer)?
-Tampoco. La camiseta, pantaloneta, medias y tacos irán al museo Saprissa, que pronto se abrirá.
"Ya es hora, vámonos". Evaristo interrumpe la entrevista y la familia Coronado sale rumbo al Estadio Saprissa, tan llenos de armonía como la vida entera del Caballero del Futbol.