Nunca va a entender por qué alguien es capaz de llorar o reír siendo aficionado al Cartaginés. No es un perdedor el que viste esa camiseta, es un apasionado y, las pasiones, mi estimado pianista, no se entienden, se sienten. Tal vez sus dedos sobre el teclado del piano se lo puedan recordar.
El Cartaginés (que no es lo mismo que Cartago) es un equipo grande, no por los títulos en sus vitrinas, sino por lo que representa en el espectro del fútbol local. Usted pretende ser incisivo, pero no pasa de cizañoso. Deja por fuera de su pétreo “análisis” (también puedo usar palabrillas rimbombantes) datos concretos que desarman su comentario: trata de menospreciar al equipo y, con ello a su afición, al calificarlo como un club de “cobardes carentes de fibra moral y del menor asomo épico”. Perdón, su ignorancia lo atragantará algún día. La épica, señor, incluye el drama y la tragedia. Pero tranquilo, que usted aplica muy bien en la comedia, tal y como la entendemos hoy día.
Si bien la caída contra el Santos debe ser entendida como un fracaso, tampoco por ello debemos aceptar sus sátiras intolerantes envueltas en papel crepé.
Ojo a esta joya: “Solo un equipo afecto de blandenguería endémica puede caer como lo hizo Cartago ante Santos. ‘Cartaguititito’ no tiene músculo psicológico y volitivo. No son guerreros, sino once ‘mujeres al borde de un ataque de nervios’ (Almodóvar)”’. ¿Cuál es su problema con las mujeres? Eso, mi buen Jacques, es un canto a la misoginia. Vergüenza da.
Usted ofende a la memoria de figuras emblemáticas, más allá de José Rafael Fello Meza, que se han vestido de azul y blanco dejando el legado propio de un grande: Leonel Hernández, Wally Vaughns y el Pelirrojo Córdoba, solo por mencionar tres. También ofende a los jugadores, de los cuales usted no conoce medio pelo. Usted, mi buen Jacques, habla de lástimas. Créame, el sentimiento es recíproco.
Cartago casi campeón: La racha que comenzó en 1941