A principios del 2004, el empresario Eduardo Li no tenía notorios vínculos con el fútbol.
Para aquel entonces, Li presidía la Comisión Organizadora de los Carnavales de Puntarenas y su mayor inquietud era definir quién sería el cantante internacional que estaría en tan popular actividad.
Su rostro no aparecía habitualmente en los medios y salvo contadas ocasiones, como los carnavales, no era buscado por la prensa.
El discreto rol del empresario porteño empezó a cambiar conforme se metió de lleno al fútbol, justo en ese año.
Ejerció como jerarca del histórico Municipal Puntarenas (en Segunda División), sin tanta parafernalia. Luego entró de lleno al comprarle la franquicia a Santa Bárbara y bautizarla como Puntarenas FC, club con el que ganó notoriedad en Primera División.
Li se metió a la cancha por accidente. Su amigo Adrián Castro lo “empujó” a aventurarse a tener un equipo en la máxima categoría.
“Como presidente, era muy recto y serio en sus cosas. A nosotros los jugadores siempre nos respetó”, indicó a La Nación Roberto Wong, quien fuera capitán en el PFC.
Aquel año marcó el comienzo de un meteórico ascenso que, años después, lo llevaría hasta la misma FIFA, el pedestal al que aspiran todos los dirigentes del deporte rey.
En el 2006, una vez que el Puerto ganó la Uncaf, Li tomó relevancia como dirigente. No necesitó la silla de presidente de un club grande para aspirar, un año después, a ser la cabeza de la Federación Costarricense de Fútbol.
Justo en el 2007, tras un paso fugaz de Wálter Niehaus, el jerarca chuchequero tomó, entre dudas, las riendas federativas. Para aquel entonces, se le achacaba falta de experiencia como dirigente. “Eso no fue tanto problema después, porque Li es un hombre inteligente y suele rodearse de gente que lo asesora. Tuvo un inicio difícil, pero supo controlar su gestión”, recordó Jorge Alarcón, dirigente del Deportivo Saprissa y quien luego trabajó para él en el cuadro naranja.
Su círculo más cercano recuerda que, pese a su puesto en la Federación, siempre estuvo pendiente del equipo chuchequero.
El estrecho vínculo se rompió cuando Adrián Castro fue asesinado en el 2009, un hecho que marcó su vida por doloroso, según reconoció en una entrevista con este diario a finales del 2014.
Después, pese a las eliminación de Sudáfrica 2010 –en la que fue señalado como uno de los responsables– se aferró a su mandato hasta escalar posiciones.
Primero, Li entró a la Uncaf; más tarde, a Concacaf, y de ahí saltó a la FIFA, donde mañana iba a ser ratificado como miembro del Comité Ejecutivo.
Vida de lujo. Li es ingeniero civil de profesión, pero no ejerce.
A sus 56 años, dedicó buena parte de su vida a empresas familiares, especialmente a una compañía aduanera y de transporte internacional. Según datos del Registro Nacional, aparece en 12 sociedades anónimas, una de ellas, la Federación de Fútbol.
Asimismo, figura en otras dos sociedades en Panamá y posee una propiedad en Miami. “Es amante de la buena vida, le gusta viajar, vestir bien y comer en buenos restaurantes. Y, por supuesto, tener el carro último modelo”, contó un allegado que pidió mantener en reserva su identidad.
Según dijo a La Nación en una entrevista en el 2014, el presidente federativo se califica como metrosexual. “Me hago los pies, las manos, depilación, tratamientos en la piel, en el pelo. Tengo un gimnasio en la casa y esa es, en mucho, mi terapia”, confesó.
Li tiene dos hijos, Eduardo y Andrea; el primero lo acompañó durante el Mundial Brasil 2014.
Durante su gestión, Eduardo Li ha defendido que ser presidente de la Fedefútbol no le genera salario y ha recalcado que “mucha gente no tiene idea de lo sacrificado que es esto”.