Cualquiera podrá reconocer que la llegada de Jeaustin Campos fue esencial para que Saprissa obtuviese el cetro.
No obstante, no fue solo el discurso motivacional en el camerino o el verbo polémico en las ruedas de prensa lo que cambió el torneo para el campeón.
El estratega dejó de lado su trabajo en la oficina para saltar a la cancha con ideas muy puntuales que fueron fundamentales en la consecución del cetro.
La primera y quizás la más importante: el reacomodo de la zaga. Campos no dudó en mudar de la línea de cuatro de Ronald González, carente de movilidad, hacia una de tres, a la cual sí se le vio la noción que precisa un buen dispositivo táctico.
En ella destaca el pasar a Adolfo Machado al centro y liberar más a Heiner Mora.
Otro punto es también que se rescató a jugadores olvidados o sumidos en una mala racha.
Uno de ellos fue Deyver Vega, acostumbrado al frío de la gradería, pero que terminó siendo determinante en las fases finales. Otros fueron Daniel Colindres y Danny Carvajal, a quienes la afición silbó hasta el cansancio, para en los últimos días del certamen ser coreados como figuras.
Dos más. Se puede mencionar también la agresividad del equipo para atacar y defender, la cual en los últimos días de González ya no se veía. “Los ciclos se acaban” se suele decir en esos casos...
Saprissa empezó a presionar la salida rival y, cuando fue más comedido, trató de asfixiar en la zona del mediocampo. Y al recuperar la pelota, la estrategia claramente fue avanzar con recorridos más cortos, controlados. Nada de pelotazo o la conducción excesiva en línea recta.
Eso sí, para eso tuvo que aplicar la dosis de la doble sesión de entrenamiento, pues físicamente se necesitaba una mejora.
Por último, al Monstruo se le vio más capacidad de reacción táctica. Campos no tuvo reparo para adaptar cuando sufría y en muchas ocasiones acertó. Por ejemplo, en el juego de vuelta de la semifinal ante la Liga.