Amén de las razones que cada junta directiva pueda tener, todas las que aplicaron la movida de elevar su gerente deportivo hasta el banquillo concuerdan en lo mismo: es una mezcla de costo, premura y facilidad.
Hacerlo elimina la inversión que representa el buscar y negociar con un libreto nuevo, acelera una decisión que se sabe urgente y suprime el proceso de adaptación y conocimiento que todo recién llegado debe cumplir.
“No hay que pensar mucho en la razón: es lo que tienen más a mano los clubes para resolver ese problema y en la inmediatez necesaria. Nosotros necesitábamos un director técnico de inmediato y quién mejor que el gerente deportivo, una persona que no solo conoce al club sino también a todos los jugadores”, detalló el vicepresidente de Club Sport Herediano Orlando Moreira.
Moreira defendió la movida asegurando que el perfil de ambos puestos tiene que ser similar, pues “no se puede ser bueno para una cosa y no para la otra”.
Del otro lado, los que son llamados a cumplir lo ven como parte del compromiso que tienen para con la institución en cumplirles con un rol que, la mayoría, ya conoce.
“Yo lo veo algo como que si mañana en tu empresa te solicitan hacer otra función, simplemente estás cumpliendo con hacerle caso a tu jefe y estar a disposición si realmente querés tu trabajo.
“Yo si mañana tengo que estar sirviendo el hidratante pues lo voy a hacer, ya que soy parte de la institución”, resumió Claudio Ciccia, técnico interino del Cartaginés.
Si bien la decisión casi siempre tiene ese aire de urgencia y necesidad, está más que probado que si los resultados llegan el interinazgo se extiende, una de las razones del porqué esa costumbre tica ya empieza a transformarse en norma.