Cartago. Tras una sufrida pero merecida victoria por la mínima (1 a 0), Cartaginés acercó ayer la marca de su boleto a las semifinales de Invierno, al tiempo que dejó al Santos de Guápiles al margen de los elegidos.
Los brumosos sacaron la faena de la mano de Carlos Hernández y de Christian Bolaños, sus experimentadas figuras del mediocampo y líderes indiscutibles en todo el terreno, sobre todo el zorro de los balazos.
Ayer descargó el magazine y derrotó a Adrián de Lemos con uno de sus misiles al ras. Pero, si bien el remate de Hernández tuvo su mérito, lo mejor fue la gestación de la jugada en pies de Christian Bolaños.
Cuando solo habían transcurrido tres minutos, el 10 azul de la vincha negra recuperó un balón en las cercanías del área guapileña. De seguido, sacó un pase maestro que dejó a Hernández en posición franca. ¡Fogonazo y red!
Los artilleros de la Vieja Metrópoli querían jugar, ¡querían ganar!, tanto que en cuestión de 10 minutos habían realizado cuatro remates peligrosos, principalmente el que despidió el botín de Bolaños y repelió De Lemos con una reacción fantástica, al 5’.
De pronto, un bache. Los escasos feligreses que ocupaban las gradas del Fello Meza no cabían de contentos. Hasta Miloc volvía a ensayar sus celebradas corridas a lo largo del tendido de sombra.
No obstante, al promediar la media hora, los pupilos de Claudio Ciccia bajaron notoriamente el rendimiento colectivo, desnivel del que no se aprovechó el Santos debido, en gran medida, a la orfandad que notamos en Carlos Hernández (el guapileño).
En una lucha abierta con sus rivales, Hernández no pudo contar con el auxilio de sus socios del mediocampo, como Crisanto Esquivel, ayer errático y perdido.
Juan Diego Madrigal (46’) y Néstor Monge (73’) fueron las cartas por las que apostó el técnico Ciccia en el segundo tiempo, etapa en la que los anfitriones recuperaron la jerarquía inicial.
Entre tanto, Enrique Meza (técnico de Guápiles) optó por incluir a Argenis Fernández, un veloz delantero que no se enchufó jamás, por lo menos como lo requerían su estratega y su equipo.
Más que la victoria, Cartaginés exhibió ayer el renovado caudal de su actitud colectiva.
Por cierto, al consultarle al timonel Ciccia por sus correctivos en la nueva moral brumosa, claro y sereno, se negó a revelarlos.
Simplemente, apeló a su ética y a los códigos del camerino.