La existencia de Brujas en Primera duró solo siete años (2004-2011), debido al arresto en Estados Unidos de su principal accionista, Minor Vargas.
Sin embargo, aún en ese período tan corto, los hechiceros dejaron un buen legado: su forma de trabajar la liga menor.
Ya en días anteriores La Nación publicó la cantidad de futbolistas que pasaron por Brujas y que vieron minutos en la temporada 2012-2013. También detalló cuantos de esos jugadores debutaron con los hechiceros.
Las dos cifras fueron de las más altas de la máxima categoría. Pues lo mismo sucede con la cantidad de jóvenes traídos de fuera del Gran Área Metropolitana para ser formados en las divisiones inferiores del club.
Según dijo su exdirector de ligas menores, Luis Torres, su particularidad era que le ofrecían a los jugadores grandes ventajas sociales, económicas y académicas, superiores incluso a las de clubes “grandes”.
“Contábamos con dos casas club, una en Guadalupe y otra en Desamparados. Cada una podía tener hasta 14 muchachos. Allí se les daba alimentación y se les lavaba la ropa. También se les daban viáticos para el transporte”, explicó Torres.
“Pero lo más destacable eran todos los convenios que teníamos con colegios y universidades. Algunos hasta recibían educación privada. Muchos que no llegaron, ahora son profesionales”, añadió el entrenador.
“El programa era muy ambicioso y respaldado. Después de los primeros cinco años ya podíamos decir que Brujas era una potencia en divisiones menores, no solo en resultados, sino en producción de jugadores”, dijo.
Torres calculó que en ese rubro de futbolistas de zonas lejos de la GAM el club invertía ¢8 millones mensuales.