“Costa Rica es un país que adoro. La gente se recuerda de lo que hicimos y para un entrenador eso es una gran satisfacción, porque le dimos alegría a la gente”.
Este es el Bora –sonrisa incluida– que hace 21 años dirigió a Costa Rica en el Mundial de Italia 90, la clasificó a la segunda ronda y se instalaron, él y aquella Sele, con un capítulo aparte en el corazón y el alma del país futbolero.
“Soy consciente de lo que eso significa. Más tiempo pasa, uno se siente más orgulloso, qué dicha que pude tener a esos jugadores.
“Para mí Costa Rica es una cosa increíble. Todos hablan de sueños, pero para mí fue tan sencillo como tener jugadores como los de Italia 90: jugadores con entusiasmo, con pasión, con actitudes, que hicieron esfuerzo y dignamente representaron a su país”, comentó ayer en el polideportivo de Belén.
Milutinovic, de 67 años de edad, se encuentra en el país como parte de la Academia Aspire, que realiza pruebas en búsqueda de talentos.
El nomadismo no se le quita al entrenador que dirigió a cinco distintas selecciones en otros tantos mundiales mayores, amén de clubes en México, Italia y Argentina, y de sentarse en el banco de Honduras, Jamaica e Irak.
Ahora se divide entre México y Catar, sede de Aspire.
“De mí no puedo hablar. Simplemente, soy feliz de haber sido entrenador de tantos países, de haber conocido tanta gente, para mí eso es una gran satisfacción”.
Como una gran satisfacción fue asistir al clásico y ver a tres de sus muchachos de Italia 90 en el banquillo de los dos clubes de mayor arraigo del país: Óscar Ramírez y Mauricio Montero, con la Liga; Alexandre Guimaraes, con la S.
“Tuve suerte de tenerlos porque ellos hicieron historia y eso es valedero para un entrenador”.