José Saturnino Cardozo, entrenador del Toluca y goleador histórico de ese equipo mexicano, ofreció en Fox un plato de verdades futboleras exquisito.
“Puedo tener tres Ipads, dos computadoras, cuatro celulares, pero en la cancha debo olvidarme de ellos. Y si tengo algún defecto es necesario quedarme a definir, a tirar pases, o un cambio de frente, o a realizar centros. Lo que me hizo comprar el celular es el fútbol. Hay pocos jugadores que se preocupan de esas cosas”.
El Diablo Cardozo relató que en su época se quedaba con los compañeros practicando tiros libres, cabeceo y definición después de los entrenamientos. “Hoy día hay un tiro libre y no sabes quién lo va a tirar, porque no hay especialistas. Le pegan al señor que vende refrescos allá atrás. El futbolista es privilegiado, trabaja dos o tres horas al día y no quiere quedarse un rato más para mejorar sus deficiencias”.
Dijo que los jugadores se preocupan más por el peinado, que por sus deficiencias técnicas, lo cual hace que sea muy irregular, porque cuando hay mucha presión en la cancha suele desaparecer.
En Costa Rica es más grave el asunto. La mayoría de “cobradores oficiales” se pasan lanzando tiros libres sin ningún rédito, o los de esquina a la cabeza del defensa o a las manos del portero, y los laterales cruzan la pelota de lado a lado, mientras sus delanteros la ven pasar. Ya ni un penal saben tirar. A la hora que el árbitro pita se miran unos a unos con un ataque de “canillera” y, al final, un buen porcentaje termina en el portero o detrás del marco. El Pate Centeno, Cristian Oviedo, Rolando Fonseca, cada vez hacen más grande su ausencia.
Heredia abrió su partido de vuelta contra América con una inmejorable opción de gol que, de haberse concretado, habría sido una vacuna de confianza en el Azteca. La Liga falló tiros libres y oportunidades claras suficientes para eliminar al Impact, y Saprissa entregó su suerte ante las Águilas por no meter los goles que tuvo en Tibás.
El fútbol moderno exige más trabajo, concentración, repetición y esfuerzo y menos poses, cortes de pelo a lo Ronaldo o camisetas pegadas al cuerpo. Una mayor dosis de intensidad y precisión es lo que necesitamos para romper el “chiqui chiqui” y meternos a competir en el fútbol de verdad. Menos pasarela y más obreros.