- Como una película de Semana Santa, no de las megaproducciones estelares, sino una de bajo presupuesto, algo deslucida, pero de igual forma con un mensaje valioso, así resultó el 1 – 1 de la Selección Nacional en Jamaica. La moraleja fue: no hay rivales fáciles.
- Primer tiempo de pesadilla. En combatividad, nuestro equipo distó mucho del jamaiquino. Era como perseguir a Ben-Hur con un carruaje jalado por chihuahuas.
- Como en el circo romano. Desarmados contra fieras de amarillo y negro. Así lucieron los ticos, principalmente durante los primeros 20 minutos... ¿Aburguesados?
- ¿Gladiador? Todo menos eso pareció nuestro lateral derecho, Cristian Gamboa, cuando, inexplicablemente, pasivo y complaciente, dejó centrar a Kemar Lawrence para la asistencia del 1-0.
- Qvo vadis? (¿Adónde vas?). “¡Al marco!, tome”, le respondió Jevon Watson a Ronald Matarrita antes de celebrar el primer gol, al 15´, ante la pasmosa pasividad del lateral izquierdo. Hasta Keylor se quedó inmóvil de la impresión.
- Reacción de guerrero. Cual Demetrio, el griego que derrotó a cinco gladiadores mejor armados que él, Bryan Ruiz empuñó la reacción tica. Y se bailó a uno, gambeteó al otro, a un tercero, cuarto, quinto… No le alcanzó para emparejar antes de la tregua, pero reactivó al equipo con su ejemplo… Y Jamaica temió, retrocedió, pecado capital.
- Segundo tiempo… No de maravilla, pero sí mejor que el primero. Entró Bolaños y el once comenzó a tocar la bola, a acariciarla, cortejándola cual Marco Antonio a Cleopatra. El empate caería. Era cuestión de tiempo.
- Se abren las aguas. El Caribe no resiste los embates ticos y Johnny Acosta, tras buen latigazo de Bolaños, a duras penas rechazado por Blake, empata la cuenta al 67´. ¡Uno a uno!
- ¿No matarás? ¡Sí, matarás!... futbolísticamente hablando. Con las circunstancias tácticas y psicológicas a favor, Costa Rica tenía que cumplir el mandamiento competitivo: liquidar al oponente tambaleante.
- ¡Y apareció el famoso Cate-macho! En lugar de encimar, machacar y buscar la victoria, se hizo presente la versión costarricense del catenaccio italiano (¿romano?). Ramírez buscó preservar el puntito. El sufrimiento incluido con el boleto.
- The End. Y el resultado no podía que ser otro que el 1-1. Un empate estilo Oscar, pero no de la Academia, sino Ramírez. Sin brillo, pero valioso.