Fútbol Nacional

El príncipe labriego

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Con el tiempo, las cosas empezaron a mejorar. Aunque nunca se quejó de sus extenuantes jornadas en las fincas bananeras de Siquirres, llegó el día en que se sorprendió por la rareza de que le pagaran por divertirse en una cancha. Y aunque ganaba poco, de pronto, el dinerito del fútbol alcanzó para cubrir las necesidades de su austera cotidianidad y por ahí, en alguna ocasión especial, darse el lujo de saborear una porción de pollo frito, del que venden en esos estantes de vidrio con bombillo.








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