Hace un mes nos ufanábamos de la bonanza en el arco nacional.
Keylor volaba hacia el podio de la Champions League y la inmortalidad, Esteban enmendaba con buenas producciones un año irregular en Turquía y Patrick era el de siempre en la Liga.
Pero el destino no había jugado sus cartas todavía e impuso esa mano contundente e infalible, privándonos de Alvarado, primero, y de Navas, después, e instalando la congoja en donde antes reinaba la paz.
Favorecido por las lesiones de sus colegas, Pemberton se quedó con el arco y la titularidad, el marginado Moreira cotizó sus acciones al alza y fue convocado, mientras que Carvajal hizo cierto aquello de que siempre vale estar prevenido y con visa americana al día.
En el escenario original, Patrick fijo se iba en blanco o estaba condenado a un juego de esos que no definen nada y que el protocolo de la intrascendencia llama “del honor” si es que acaso resulta honorable jugar para completar el calendario.
El arco era de Keylor por nivel y presente, porque después de la noche mágica de Milán todos pensábamos que su aporte sería decisivo para tentar otro podio continental, con noche y madrugada de pasión desbordada en la Fuente de la Hispanidad.
Esteban saltaría en caso de una eventualidad, porque el rodaje internacional lo pone medio escalón por encima de Patrick, aunque, se sabe, el Machillo se la rifa entero por él y pudo ponerle al duelo más condimento del esperado.
Presunciones fallidas al margen, estamos en la Copa América Centenario con la duda instalada en un sector del campo en donde antes solo habitaba la certeza de que Keylor paraba todo y ahora quién sabe.
Pemberton tiene con qué hacerle frente al torneo. Sin la agilidad de Keylor, su reacción es de primer mundo, tiene reflejos y ubicación, y es bien conocido su don de mando sobre la defensa.
Moreira es el segundo sin ambages, por la regularidad que lo convirtió en inamovible en Herediano, su notable mejoría en esa facultad que hace grande a Keylor, estar siempre en la trayectoria de la pelota, y la confianza en el juego aéreo.
Carvajal venía en plan grande hasta que a los dirigentes se les ocurrió traer a Penedo, para relegarlo a segundo plano de manera inmerecida después de aquel par de finales con noche de título, en donde sus acciones fueron decisivas para que los morados se colgaran el oro al pecho.
Teníamos tanto y ahora tenemos dudas naturales.