La letra te apenas suda. Ni siquiera en todo su cuerpo; apenas una tímida humedad da brillo a su frente: la barra horizontal que la diferencia de la ele. Basta con que saque el pañuelo y lo deslice por la piel sobre las cejas para que desaparezca el líquido salado. Ella quisiera que le exijan más, estar más sujeta a lo trepidante que a lo tardo.
Algo similar sucede con la i, que en vez de ser sometida a la intensidad la obligan a tomar terapias contra la impaciencia y la intranquilidad. Por esa razón rara vez se le ensucia la camiseta; no hay mancha ni suciedad que sean más grandes que el punto que lleva sobre la cabeza.
E de entrega, empuje, esfuerzo. Al menos en la teoría porque en la realidad es de espera, enfriamiento, estorbo. Sí, no la dejan desarrollar todo su potencial, recorrer la cancha a lo largo y ancho, sumarse a los ataques, correr a defender. No es de extrañar que le duren tanto las pantalonetas.
A la eme le gusta moverse y maniobrar, pero no le queda más camino que conformarse con actuar con mesura y moderación. La tienen maniatada para que camine a velocidad de mantis religiosa en lugar de volar como mariposa. Por ser la primera letra de la palabra minutos, es la encargada de desperdiciarlos, hacer que transcurran sin ninguna utilidad. Los tacos le duran una eternidad.
Una labor similar desempeña la pe: pérdida de tiempo, pasividad, pereza. Tiene órdenes precisas de evitar la prisa, la premura, la presión a toda costa. Prohibido picar, porque implica velocidad, pero sí patear, pues el partido entra en el congelador. Es tan lenta que no requiere de espinilleras, ¿quién va a atacar a un jugador tan sosegado que no representa peligro?
¿Hace falta decir que la o es de obstrucción? Obstruir no al rival que avanza con el balón, sino al juego mismo, impedir que fluya.
T, i, e, m, p, o. Seis futbolistas que saltan a la cancha en cada contienda del fútbol nacional con la evidente misión de desperdiciar segundos y minutos en saques de banda, tiros libres, tiros de esquina, cobro de penales, cambios de jugadores, reclamos, tarjetas amarillas, expulsiones.
¿Disfrutaremos algún día los ticos de juegos de fútbol expeditos o estamos condenados al tortuguismo exasperante que los árbitros permiten en cada jornada?