Aunque ahora le resulte difícil de entender, lo ocurrido a Paulo César Wanchope será para su bien. La primera vez que escribí sobre él como seleccionador apunté que lo habían mandado a la hoguera, en un país con la mitad en su contra y sin la experiencia suficiente para asumir el cargo.
Su explosión en Panamá ratifica que la presión lo estaba consumiendo. No me alegro que se haya ido así, porque es una gloria futbolística y un hombre de buenas intenciones. Pero es para bien suyo y de todos.
Podrá volver a la Selección, cuando queme etapas en clubes y tenga una hoja triunfal. Tiene gran mundo como jugador, fue asistente del ciclo más exitoso de la Tricolor, y me parece lo suficientemente inteligente para conseguir estrellas. Si fracasaba en la próxima eliminatoria no habría más allá en su carrera.
Literalmente fue un golpe del destino aquel episodio nocturno. Lo salvó de su hoguera, a la que lo enviaron quienes pensaron que era su hora. Su tiempo no había llegado y lástimosamente fue un pleito de graderío lo que encausó las agujas del reloj.
Ahora es el tiempo de Óscar Ramírez. También llega con un país dividido: los saprissistas y heredianos, en su mayoría, no lo quieren, porque les hizo pasar malos ratos desde el banquillo alajuelense. Lo acusan de ser muy defensivo, dueño de una flotilla de autobuses, especulativo y timorato.
Pero es el indicado. Los partidos eliminatorios son para ganarlos o puntuar, no para jugar bonito. Sufridos, de dientes apretados, agónicos.
Casi nunca se gana con goleada ni buen futbol. Salen adelante no los entusiastas ni los abanderados del balompié alegremente ofensivo. Es para los estrategas, los estudiosos, los partidarios del equilibrio y quienes no conciben un buen ataque si no es a partir de una excelente vocación defensiva de todo el equipo.
Eso sí, Ramírez no debe renunciar a su identidad de técnico y a su estilo. Tuvo éxito mientras hizo lo que su yo de entrenador le dictó. Cuando dejó de ser fiel a ese Óscar recatado, que primero enredaba al rival antes que desplegar su propio arsenal, empezó a tener problemas. Cedió a la presión para que fuera más ofensivo y perdió identidad y títulos.
“El Macho” de los primeros años en la Liga sin duda nos puede clasificar a Rusia. No importa si usa un autobús o nos sube al Concorde.