El fútbol es tributario de tres pathos , de tres sensibilidades. El pathos helénico, que se caracteriza por su culto apolíneo a la belleza, la devoción por la hermosura –en el universo de Platón, sinónimo de justicia y verdad–. Contrabalancea esta supremamente civilizada concepción del fútbol el pathos romano. Aquí entramos en el espectáculo sangriento del Coliseo, en el hooliganismo , en la vivencia del fútbol como ejercicio de la crueldad, en la deshumanizada expectativa del circo romano. Finalmente, hemos de considerar su dimensión bélica. No olvidemos que el fútbol nace en Londres en 1863. Es el imperio, la nación dueña de una cuarta parte del mundo, el instinto hegemónico, la “voluntad de poder” nietzscheana, el deseo de conquistar, ocupar y poseer. Así concebido, el fútbol es una precaria sublimación de la pulsión guerrera del ser humano, un juego al filo de la navaja, siempre en peligro de degenerar en la más primaria forma de agresión.
El gran filósofo Pascal determinaba dos tipos de libido (apetito vital): la libido sentiendi (la sed de belleza, de sensaciones, la voluptuosidad), y la libido dominandi (la necesidad de dominación y sojuzgamiento). En el fútbol, todos queremos prevalecer (la libido dominandi), pero no todos lo hacemos de la misma manera. En mi personal axiología deportiva, prefiero mil veces ver caer a mi equipo en épica lid, jugando audazmente, honrando el criterio de estilo, ofreciendo una coreografía futbolística que no por dancística deja de ser feroz, tratando el balón pulcramente, que verlo ganar de manera misérrima, por aburrimiento del rival, con muerte neurológica por bostezo de los aficionados: el reventón y el gol del milpa designado para amarrar ese puntillo que no se conquista gallardamente, sino que se “pellejea” sin estilo, sin clase, sin donosura. Me gusta ganar, no “pellejear” un triunfo: son fenómenos radicalmente diferentes.
Mi vivencia del fútbol integra la libido dominandi y la libido sentiendi : ganar, sí, pero con hermosura. Es una implosión del belicismo romano y el culto helénico a la belleza. Explorar la historia del fútbol es descubrir a esos grandes equipos que conciliaron ambas libidos de manera perfectamente armónica. Pero claro, hay que tomarse el trabajo de investigar.