A Herediano hay que aplaudirle porque nadó contra corriente todo el torneo, se sobrepuso a su pasado, al ridículo de aquella noche en el Azteca, al cansancio de los juegos en fila, a la salida de su técnico, a los fantasmas de finales perdidas, a la tanda fatídica de los penales. A todo.
Pero hay que reprocharle su ligereza ante un torneo serio, su inconstancia, la noche en que ridiculizó al futbol tico, la improvisación a la que apostó otra vez, la inestabilidad de sus porteros, de su banquillo, de su balompié.
El “Team” ganó con justicia la semifinal y la final. Pero no merecía ser campeón. Puede sonar contradictorio y duro. Pero así es. Porque su título es un premio muy grande para un club que juega a la ruleta rusa con los entrenadores, que usa a un técnico como su “muñeco de la buena suerte”, un salva tandas, con el que echa a la basura sus planes de largo plazo a cambio de un campeonato forjado en un mes.
Ahora Odir se quedará por la presión del aficionado, y una vez más demostrará que no es técnico para un proceso. Lo despedirán a medio camino, vendrá otro como tantos que han desfilado en los últimos años. Y en cualquier otro torneo, el brasileño será convocado, a falta de unos juegos, para que les consiga otro título y los salve.
La fórmula de los directivos florenses parece fácil. ¡Sacar un genio de la botella y pedirle un deseo!. Entonces La Liga, Saprissa, y, por supuesto Cartago, deberían robarle el “genio” a Heredia, o encontrar el propio, para usarlo cada final de torneo si el barco va a la deriva.
Pero esa fórmula no se puede repetir con frecuencia. Está basada en la emotividad, en la adrenalina del técnico contagiada a sus hombres, en la fe que despierta un señor que parece cargar la pócima mágica de los ganadores. Funciona a corto plazo, pero cuando el efecto pasa, que suele ser rápido, se requieren ideas, táctica y estrategia en la pizarra, conceptos modernos de un futbol que cada vez depende más del método y menos de la inspiración. Bajo ese esquema, Herediano volverá a la CONCACAF y puede repetir sus fiascos anteriores, o tal vez tenga sequías largas de nuevo, a falta de una escuela futbolera en casa, de un proyecto que le dé identidad y estilo, producto de la planificación, del respeto por el puesto de entrenador y el trabajo de sus futbolistas.