Mientras en la Fedefútbol se impulsaban cambios para que solo el Comité Ejecutivo (y no la Asamblea) pudiese nombrar una auditoría externa y “en caso de considerarlo necesario”, la FIFA anunció que la Comisión de Auditoria y Conformidad será totalmente independiente y externa, encargada de auditar a la Comisión de Finanzas, que también debe tener un mínimo de miembros no internos e imparciales.
Hasta hoy, ambas comisiones acá son nombradas por el Comité Ejecutivo, cuyo presidente tiene la facultad de designar a quienes las presidan, sugerir a los demás miembros y destituirlos cuando quiera, con el agravante de que no se realiza un auditoraje externo si no se considera necesario.
Se quería con los frustrados cambios que el Comité Ejecutivo pudiese organizar los diferentes eventos de las ligas, comercializarlos y explotar todos los derechos derivados de los torneos. Solo si delegaba en los miembros afiliados, estos podrían obtener los beneficios.
Sería el Comité Ejecutivo y no la Unafut, por ejemplo, la beneficiaria de los ingresos generados por el campeonato de Primera.
Otros horrores como que los fiscales en ejercicio puedan aspirar a ser miembros del Ejecutivo en el periodo siguiente, o reelecciones indefinidas del presidente, no podrán llevarse a cabo ahora, pues la FIFA estableció un máximo de 12 años y una separación absoluta de las funciones políticas, administrativas y jurisdiccionales.
También anunció acuerdos como la presencia obligada de mujeres en los diferentes órganos, comisiones de control, exámenes de integridad y la supervisión de los funcionarios de mayor rango.
Por dicha las reformas impulsadas desde la Fedefútbol no tuvieron ni un voto para ser conocidas. De haberse aprobado, hoy tendríamos a la Federación menos trasparente del planeta. Igual queda la inquietud, morbosa inquietud, de por qué a un mes del Congreso FIFA y cuando todos sabían de los aires reformistas que venían, acá se intentó amurallar el poder y las ventanas de la trasparencia.