César E. Méndez no dejará el banquillo del Cartaginés hasta diciembre entrante, cuando expire su contrato de tres torneos cortos firmado con el exjerarca Daniel Vargas. Lo dejó en claro tras las derrotas ante Carmelita y Herediano, un par de desilusiones más para la noble hinchada blanquiazul que empieza a hartarse del charrúa.
Méndez no es Chelato Uclés, quien en abril de 1991 fue separado por malos resultados y con buena parte del contrato po r cubrir, les dijo a los directores: “Páguenme medio mes, pues no voy a cobrar lo que no he trabajado”.
La anécdota me la contó hace pocos días en un correo electrónico don Tobías Cerdas, el exdirigente cartaginés que firmó al catracho en México, cuando el equipo salió a buscar el reemplazo del recién fallecido timonel argentino Armando Luis Mareque.
La experiencia con Méndez debería enseñarles a los bisoños dirigentes azules a blindarse a la hora de firmar entrenadores, de manera que se contemple la opción de una rescisión por mutuo acuerdo si las cosas no van.
Este desastre de Cartaginés es autoría intelectual de Méndez, quien trajo a todos los refuerzos porque ya los conocía, pero el equipo sigue convertido en un proyecto permanente que no cuaja a pesar de la entrada y salida de nombres en todas las alineaciones jornada a jornada.
Con las finanzas en llamas, la gente espantada de las gradas, un técnico que no halla el camino y un equipo que pierde con cualquiera, el panorama del Cartaginés es un clon de ese círculo vicioso en que se mueve desde hace 75 años.
¿Cuándo irrumpirá en escena el dirigente visionario que arme un proyecto desde la base, con gente de la casa, preparada, que forme jóvenes que jueguen bien al fútbol y dejar de lado estos mix de rejuntados con los que fracasaron en un pasado reciente Johnny Chaves, Javier Delgado, Mauricio Wright, Claudio Ciccia y ahora César E. Méndez?
¿Por qué no entregarle el equipo a un formador que se apoye en la cantera, en donde deberían prepararse futbolistas a la carta, con una identidad, una línea de juego clara y un espíritu de grandeza a la altura de la gente que llega al Fello?
Lastimosamente, eso no se vislumbra y si los nobles seguidores quieren a otro entrenador en el banquillo, quizá deben organizar una colecta para honrarle el contrato y decirle adiós.