Una cámara de televisión lo seguía en primer plano, mientras avanzaba, arena adentro, en la gramilla del estadio Lito Pérez, para felicitar a sus pupilos. Recién se había escuchado el último silbato de un duelo trepidante, cuya resolución (1 a 1) entre Puntarenas FC y Municipal Liberia otorgó a los sabaneros el título de la Segunda División y el ascenso a la primera categoría, en la que la divisa aurinegra será el benjamín.
Orlando de León Catalurda es alto como don Quijote, bravo como el charrúa que lleva en sus genes, noble y sentimental, como un niño ingenuo; terco, como él solo; contradictorio, en ocasiones; ¡inclaudicable, siempre!
Este viejo es un soñador a prueba de balas e ingratitudes, capaz de encerrarse días enteros a mascullar sus derrotas, sin hablar con nadie, traspiés que lo fortalecen y convierte en vivencias que acostumbra desgranar frente a tazas de café, con el verbo claro de su espíritu inquieto.
Es técnico de fútbol, pero bien pudo ser poeta o filósofo. O a lo mejor es las tres cosas: estratega, poeta y filósofo.
Es devoto de la amistad. Las personas a quienes nos honra con ese privilegio, sabemos que se resiente si no se le llama, si no se le frecuenta, quizás porque un triste día, por ese descuido tan humano de postergar los afectos, recibió de golpe la dura noticia del fallecimiento de Orbel de León, su hermano entrañable, en el lejano París.
Habían acordado reunirse en la ciudad de la luz, un anhelado encuentro que Orlando fue aplazando por su ligamen con el banquillo, precisamente, el sitio donde el Ojo de Tigre sabe que algún día morirá, pues su deseo es partir del mundo con las botas puestas.
Después del juego del sábado, la televisión captó el abrazo entre el técnico liberiano y Luis Diego Arnáez, estratega porteño. Ahí, pudimos palpar la sinceridad de Orlando y la dignidad de Luis Diego, con la procesión por dentro, como este flaco que también enaltece al fútbol y sabe asumir sus dramas.
Algo tiene el agua, cuando la bendicen. Ya son siete las oportunidades en que De León ha ascendido a la división de honor. Ojalá en Liberia le den espacio para trabajar, que respeten su proceso futbolístico, a ver si lo miramos ostentar el galardón que le falta: un título en la Primera División.