¡Ah, con cuánto gozo escribo esta columna! ¡Quisiera tener espacio para 50.000 caracteres, y embarrialarme en un charco de elogios, hipérboles, todo el arsenal retórico que el fútbol enciende en sus hierofantes! Saprissa es campeón en Mi bemol mayor (la tonalidad de la Sinfonía Heroica y el Concierto Emperador de Beethoven), y con un tutti orquestal fragoroso, como las mayestáticas apoteosis sonoras de Berlioz. ¿Que si estoy eufórico? ¡Por supuesto, y no muevo un dedo por disimularlo! No tengo por qué: esta es una columna de opinión, y más que permitido, es deseable que el comentarista proclame sus colores. Soy saprissista, sí, lo cual significa: soy adalid del equipo que, relativamente a su edad (67 años en la Primera División), le ha deparado a sus aficionados más satisfacciones, más preseas, más clamores de triunfo.
Le ganamos a un magnífico Team , un cuadro que, hombre por hombre, ha tenido la mejor planilla del país desde hace, por decir lo menos, cuatro años. Con las intermitencias inevitables en un torneo largo, Herediano y Saprissa fueron sin duda los mejores. ¿La Liga? Un agujero negro futbolero. ¿Cartago? Un buque fantasma. ¿Santos? Pura gelatina ¿Todos los demás? Bocetos, esbozos que quizás algún día coagulen en lienzos.
El gol de Marvin Angulo… ¡ Finis coronat opus : la última pincelada de un mayestático mural! Ese disparo parabólico, convexo (con respecto al portero), imantado por el segundo poste, desde la punta izquierda… Es el gol que le anota el alemán Brehme a Holanda en el mundial 1990, el argentino Caniggia a Nigeria en 1994, el brasileño Nelinho a Italia en 1978 (desde la derecha: diríase que el balón se duerme en el éxtasis de su elíptico, suspenso vuelo… Dino Zoff todavía lo anda buscando). Es también el segundo gol que Ronaldo le inflige a Costa Rica en la masacre 5-0 de la Copa América 1997. Y es el gol que dos veces nos regaló CR7 este año, con el Real. Un gol que encapsula la ética guerrera de Saprissa: riesgo, belleza, extravagancia, eficacia y sí, un poco –o un mucho– de lúcida, gozosa locura. No otra cosa es el fútbol, y no otra cosa es la vida.