Recuerdo la vez que un “exdirigente” saprissista, de cuyo nombre no vale la pena acordarse, dijo, en julio del 2006: “Vendí un banano en $700.000”.
Se refería al monto que el club Gent, de Bélgica, pagó por el entonces jugador morado Rándall Azofeifa, quien provocó el enojo de aquel gerente que no necesitaba bostezar para abrir mucho la boca, por el hecho –según se informó hace 11 años– de haber negociado a espaldas del Saprissa.
“Es un buen negocio, incluso por Azofeifa recibimos más de lo esperado. Es un jugador que no vale ese monto”, agregó ese tipo por quien me vi obligado a abandonar un bar tibaseño hace algunos años porque entró, se sentó en la barra y comenzó a hablar en voz alta para que todos lo oyeran.
Independientemente de como hayan sido realmente los entretelones de aquel traspaso, me dolió y enojaron las palabras con que un dizque morado de corazón trató a un mediocampista que se formó en las ligas menores del equipo.
Este contención de puntería fina y letal a la hora de cobrar tiros libres, formó parte de la escuadra morada que ganó el tercer lugar en la Copa Mundial de Clubes de la FIFA 2005.
Randall, quien debutó en el 2002 en la Primera del club tibaseño, ha merecido siempre todo el respeto y admiración del aficionado saprissista que escribió estas líneas. Por eso me sorprendió y causó pesar el hecho de que una vez que este deportista retornó al país en 2014, el Monstruo desaprovechara la oportunidad de ficharlo de nuevo.
La dirigencia morada lo tuvo más de un mes esperando un sí que nunca llegó, a pesar de que este jugador permaneció entrenando un tiempo con Saprissa para mantenerse en forma.
“La molestia mía no es con Saprissa en general, porque es más que dos o tres personas, es un cuerpo técnico, jugadores y afición. Todavía sigo considerando a Saprissa mi casa”, declaró hace tres años. Entonces se incorporó al Uruguay de Coronado y, a principios del 2015, pasó a las filas rojiamarillas.
No sé si será posible, pero algún día me gustaría ver a Randall Azofeifa vistiendo de nuevo la camiseta morada. Por cierto, ¡felicidades, campeón!