Pensé que jamás la vería de nuevo, por más Charlton Heston y muy a pesar de la magnífica carrera, con sus corceles blancos, casi alados, los caballos negros, desbocados e infatigables, halando carruajes que dejan surcos en la arena, levantan polvo, excitan a la multitud, se destrozan, atropellan a los caídos en la batalla —que muy pronto deja de ser tan solo carrera—, como pocas o ninguna ha visto el cine, a toda velocidad, intensa, manteniendo al espectador en vilo durante nueve minutos inmortales.
—¿Cómo es el asunto? ¿Ben-Hur gana la carrera? —pregunta mi madre, como si no la hubiese visto unas mil veces desde su estreno en 1959.
—Hay que ver —le respondo sonriente—. En la Semana Santa del año pasado, ganó. En esta, quién sabe.
A veces, Ben-Hur parece perder. A veces nos hace sentir que —esta vez sí— es de final impredecible.
Me sucede lo mismo con el campeonato nacional, aunque sin la devoción que le profeso a la película. Aunque de pronto, el torneo da visos de novedad, el desenlace se repite.
Sucedió en la primera fase, muy a pesar del atrevimiento del Santos, líder por unas fechas, y muy a pesar de un Limón que hizo del Juan Gobán un carnaval, hasta que la comparsa dejó de sonar justo cuando estaba en lo más y mejor.
Bienvenidos esos intentos, animan la temporada, aunque siga faltando algo, no sé qué, para que un pequeño le arrebate el título a los grandes, como lo hizo el Puntarenas de 1986.
Un Saprissa vulnerable, irregular, que por minutos es un equipo cualquiera y de pronto se vuelve arrollador, remendado ante lesiones, ausentes por selección y partidas a medio torneo, ya tiene la final asegurada. Mérito de don Carlos Watson.
Esa capacidad de tapar baches, hacen de Saprissa el favorito. Después está Herediano: tiene con qué y no lo muestra.
De un Limón goleado dos veces 4 a 0 en las últimas jornadas, ya uno no sabe qué esperar. Mucho menos de Cartaginés, Pérez Zeledón o Santos.
—¿Ben-Hur gana la carrera? —pregunta mi madre.
A veces, Ben-Hur parece perder. A veces nos hace sentir que -esta vez sí- es de final impredecible.