El torneo me recuerda aquellos retazos multicolores, pequeños triángulos, cuadrados o rombos, sobros de tela con destino a la basura, que una buena costurera como tía Haydee convertía en colchas, colchas de retazos.
De retazos hizo Carlos Watson al ganador de la primera fase. Parece justo recordarlo precisamente ahora, luego del peor golpe recibido por Saprissa en toda su historia en el primer juego de una final.
Entonces resulta fácil ver las costuras, los remiendos, los cortes irregulares, las falencias de unos y otros en un equipo defensivamente descosido, con 15 goles recibidos en los últimos siete juegos.
No puede ser campeón un cuadro tan deshilachado.
Incluso cuesta recordar cómo vestía de favorito tan solo un mes atrás. Sí. Cuesta creerlo. Tan solo hace un mes.
Hoy, cuando el saprissismo parece haber pasado del traje al harapo, es justo detenerse ante la colcha de retazos cosida por don Carlos Watson.
Si al inicio del campeonato me hubieran dicho que se vería obligado a trece remiendos sólo en su parte baja, jamás lo habría imaginado como ganador de la primera fase.
Menos aún, si añadimos los parches en el medio campo y el ataque, aunados al nivel venido a menos de figuras como Marvin Angulo y Ronquetti, quienes, sin jugar mal, no lograron mantener el sobresaliente nivel que marcaba diferencia cuando el equipo no lo hacía.
Herediano no tiene ese problema. Tiene más tela, como demuestra su rendimiento reciente, pese a la ausencia de Elías Aguilar en seis de los últimos ocho juegos.
La capacidad para contratar un amplio plantel marca diferencia, pero también la continuidad. Al fin, el Herediano tiene un técnico que sobrevivirá más allá de tres torneos.
El Team ofrece pocos retazos, pero si hicieran falta algunos, en la Liga sobraron. A Alajuelense, plagado de recién llegados, desde su presidente, de paso por el técnico y hasta sus jugadores, muchas veces se le trató con benevolencia. Pronto tendrá que coser, con la maestría de las mejores costureras.