Paté Centeno es adicto a sí mismo. Se le nota cuando no duda en ponerse de ejemplo para explicar un razonamiento y redondearlo con una colección de gestos y timbres de voz.
Conjuga el verbo “ser” a su manera, con libertad plena, como corresponde a cualquiera en pleno uso de sus facultades, aunque el producto final empiece a indigestar a algunos.
En un país de medianía, en donde desmarcarse del resto y a sobresalir desata la operación serrucho, el último gran creativo de nuestro fútbol y ahora técnico, ya cae mal.
Sin mucho análisis, las mentes ligeras le auguran un rápido final a su legítima aspiración de jugar bien al fútbol, negándole de entrada el derecho a pelear por algo en lo que cree.
No me interesa si Centeno se pasa de histriónico en las ruedas de prensa que, admito, eran algo aburrido hasta que irrumpieron los técnicos de verbo filoso como Hernán Medford.
Tampoco si Wálter cae mal o es engreído. Allá cada quién con su forma de ser. En lo personal su propuesta y forma de ver el fútbol riman con mis valores de juego.
Está claro que en la época del resultadismo, una filosofía de este género se vuelve de alto riesgo, pero eso no desmerece al hombre que se empeña en intentarlo.
Ahora como entrenador, Paté defiende la idea que encarnó en la cancha, es decir, pelota al piso, entrega correcta, sentido para juntarse y tocar, y llegar al gol a punta de toque…
El “nuevo producto” del joven timonel no es otra cosa que una vuelta a las raíces, aquellas de exquisita técnica que extinguieron los técnicos “clase A” que vinieron de afuera.
Esos devotos del músculo y la proteína cerraron las puertas a las ideas y las reemplazaron por futbolistas que corrían mucho y pensaban poco, cuando se imponía forjar un “mix”.
¿Qué requiere Centeno para triunfar en este desafío? Ante todo futbolistas de pureza técnica, hombres para quienes la pelota no tenga secretos, jugadores expertos en la toma de buenas decisiones a partir de su calidad individual que potenciará el poder colectivo.
La técnica decide el lugar que ocupará el futbolista en el escalafón de la calidad. Esto es clave porque ahora como DT pasará a depender de lo que hacen los jugadores. ¿Difícil, no?
Paté, le dejo una frase de Ernest Hemingway, mi escritor favorito, que le sienta bien: “Un hombre de carácter podrá ser derrotado, pero jamás destruido”. No afloje.