Sin afanes chauvinistas, nuestro modesto Torneo de Verano –el campeonatillo, dirían algunos con desdén- está a punto de equipararse en emociones con uno de Liga Premier.
Hubo que esperar las dos últimas fechas para resolver esa trama con final abierto arriba, abajo y en el medio, una cachetada para quienes lo adversan por su andar previsible.
Ha tenido de todo y en eso supera a sus antecesores: intensidad, alternabilidad, polémica, cruces de palabras entre técnicos, algunas apariciones y, cómo no, pésimos arbitrajes.
La desventura de unos ha sido el acicate de otros: mientras Alajuelense se hundía en el proceso que no fue, Limón sacaba patente de sorpresa y bordaba una campaña para el recuerdo.
Hubo pasajes irrepetibles, como cuando el San Carlos de Leonardo Moreira casi zafa del descenso por adelantado y se abre un hueco en semifinales, pero lo botaron y la quijotada se frustró.
O cuando Pérez se encontró alrededor de la idea de José Giacone y recuperó la memoria de corto plazo, para volver a ser guerrero y paladear la clasificación que otrora le resultaba familiar.
El Verano también patentó las flaquezas de Herediano, enredado en el cierre por su impericia en la red, con un equipo incapaz de marcar una línea de regularidad, y un Medford volcánico que empieza a hastiar a un sector de la grada.
Cartaginés vivió el certamen trepado a la montaña rusa: se encumbró primero, cayó sin freno después y cuando todos esperaban el relevo recurrente en el banquillo, el jerarca azul sostuvo a Campos y vino un repunte de alcance incierto aún.
Saprissa se sobrepuso a la sangría de figuras y sin tanto aspaviento alentó un proceso de rejuvenecimiento para llenar el vacío de Machado, Guzmán y Calvo, que lo tiene en ruta al bicampeonato.
Queda una fecha por jugar, varias definiciones, las semifinales y el título, por lo que el balance está lejos, pero el tropel de emociones alcanzadas da para ilusionarse porque el fútbol es más lindo cuando al arte de jugarlo bien se le suma expectativa.
Es modesto, sí, y requiere de cirugía. A lo mejor nos convendría buscarle antídoto a la fórmula semestral del corto plazo y plantear un modelo más estructural, de más partidos, con espacio normado para que los novatos jueguen y se fomente la renovación.
Y mientras llega el momento el Verano 2017 se impuso a los pronósticos y, al menos en materia de emociones, camina de la mano con uno de Liga Premier.