El Verano 2017 es un puñado de intenciones, una hoja de ruta en blanco, una invitación a tejer sueños, no importa si algunos son desmesurados; al final de cuentas, tenemos derecho.
Sueñan todos, grandes y chicos, ricos y pobres. El profe Watson, por ejemplo, aliado con el éxito en el otoño de su carrera, sueña con que a su Saprissa campeón no lo vean diezmado.
La tentación a valorarlo así es grande porque las salidas de Adolfo Machado, David Guzmán y Francisco Calvo, suponen la pérdida de tres referentes y media estructura.
El pana Machado era un lujo. Se adaptó rápido, sin transiciones, y patentó con actuaciones convincentes y una gran línea de regularidad su valía como jugadorazo.
Guzmán era el fiel de la balanza, porque combinaba la cuota de coraje que siempre requiere un equipo de buen pie, con la técnica justa para no desentonar en un medio campo de toque.
Y lo de Calvo fue la expresión nítida de cuánto puede crecer un jugador con un repertorio variado de recursos: técnica, despliegue y aplicación táctica, para rendir y gustar siempre.
En la Liga el sueño es que Floro le meta mano a la renovación, un proceso que todos piden, pero con el que pocos se atreven por el riesgo y la propensión al fracaso que supone.
Porque, sin ambages, hay que tener valor para darles protagonismo a jóvenes inexpertos, sobre todo si los resultados no acompañan y el respaldo, entonces, se torna en silbidos.
Lo de Herediano es diferente. Al igual que Saprissa, parte como favorito, aunque el sueño del Verano es una salida impensada de su técnico, Medford: guardar silencio hasta abril.
Tengo mi hipótesis del fracaso florense en el Invierno: tanta guerra verbal contra los árbitros, minó un valor clave: la autoconfianza del equipo para imponerse en la adversidad.
Cartaginés llega al Verano con un sueño de 77 años: quebrar esa terrible sequía sin títulos. Ya dio un paso: se deshizo de un arquero al que le hacían un gol en cada remate a marco.
Se apuntaló en el medio y arriba con jugadores que quieren desquite: Bustos Golobio, Lucas Gómez. Eso a veces funciona, pero otras no. No veo un sustituto de Castillo.
De Santos uno esperaría que su técnico no vuelva a salirnos con aquello tan manido de que “estamos ganando experiencia”, una excusa pueril y burda en un DT estudiado como él.
A Limón uno le desea lo mejor, por ser cantera inagotable. De San Carlos me gusta que siempre intente jugar. Liberia sin Solano es un misterio, la U preocupa, Carmelita a veces sí y a veces no, Pérez es solo un recuerdo grato y Belén es un satélite florense.