Los chicos se rebelaron este verano y coparon el protagonismo en 10 fechas, forzándonos a una lectura fresca y aleccionadora en la que el orden tradicional y la lógica se invirtieron.
Aunque los primeros diez equipos caminan apretaditos y la zona de clasificación está a tiro de piedra —cuatro puntos— para los más rezagados, Santos, Limón, San Carlos y Pérez dan gusto.
La mala hora del tridente histórico que conforman Saprissa, Alajuelense y Herediano, explicada en parte por la sangría en sus planillas, ha dado paso a un torneo de emociones volcánicas.
El liderato de Santos —18 puntos— se entiende porque se parece mucho a un proceso, si tomamos en cuenta que Johnny Chaves superó los 80 juegos al frente y su estructura juega de memoria.
En un día bueno, el equipo es una sinfonía de toques que comienzan desde el fondo, donde Munguío oficia de capataz, encarna el carácter y ordena filas para llegar al gol tocando.
Lo de Limón —segundo con 17 unidades— me parece sublime porque posee un técnico inteligente y transgresor, experto en capitalizar las fortalezas y oportunidades.
El fútbol criollo tiene que empezar a tomarse en serio a Horacio Esquivel, un psicólogo de verbo filoso, enamorado del buen fútbol y propenso a decirles las verdades a otros colegas aburguesados en zonas de confort, y que indefectiblemente siempre lloran y se justifican.
San Carlos es cuarto —15 puntos— y podría liderar la tabla si no concede dos empates en el Estadio Carlos Ugalde, pero, más allá de eso, su propuesta de pensar siempre en el arco de enfrente lo enaltece porque es impropia de un equipo que en la general va de último, acechado por el descenso.
El reconocimiento para su timonel, Leonardo Moreira, nuevo en estas lides, pero obsesivo con la idea de que el equipo que juega bien está más cerca de ganar siempre.
Y la felicitación para Johnny Woodly, Álvaro Sánchez y compañía, por intentarla siempre.
Pérez Zeledón es sexto —15 unidades— y marcha en zona de clasificación, con un equipo de rodaje y figuras consolidadas, como le gustan a ese alquimista de José Giacone, capaz de juntar a hombres de su confianza y encumbrarlos al protagonismo.
El desafío de estos chicos es confirmarse en la rueda que le resta al Verano cuando, en teoría, los tradicionales se pondrían en forma y reclamarían lo que por historia les pertenece.
Será entonces cuando veremos qué les tienen reservados Johnny Chaves, Horacio Esquivel, Leonardo Moreira y José Giacone, y la tropa de futbolistas con pretensiones que los acompañan.