Se los juro: antes de que Saprissa igualara ante Belén y cayera frente a San Carlos y Carmelita me sentí tentado a compararlo con el gran equipo de los 70’, aquel que ligó seis títulos en fila, del 72’ al 77’.
A ese onceno lo admiré y lo sufrí porque monopolizó el protagonismo de entonces con Cartaginés y le ganó los pulsos que libraron cada vez que se juntaron a disputar un cetro.
Ese equipo del 72’ al 75’ anduvo en mi cabeza como un clon del actual, por su propensión a hacer circular la pelota por todas las líneas del campo, su juego profundo y la definición a un toque.
Me acompañó la figura estilizada del arquero Juan Gutiérrez, la cabeza erguida de Heriberto Rojas en el fondo, la sapiencia del Príncipe Hernández para jugar cada pelota limpia, la magia de Yuba Paniagua para enhebrar juego, el tino de Hernán Morales para explotar las zonas más fértiles en los últimos 25 metros, la profundidad de Edgar Marín para preparar el preámbulo del gol y el toque con red de Odir
Caí en la cuenta de que el destino fue justo al depositar en las manos del profe Watson, el mejor filósofo del fútbol nacional, la oportunidad de dirigir a un equipo que por identidad llega tocando al gol y enamora a la grada, como aquel que desgranó alegrías ajenas y miedos en mi infancia y adolescencia.
Porque, hay que ser honestos, en su mejor versión el equipo de Watson se parece a aquel en su orden a partir de un excelente manejo de pelota, en que tiene solistas como Angulo, quien pudo jugar hace 40 años con los ídolos ya jubilados, un preparador de goles contemporáneo en la figura de Colindres, y un goleador mortífero y esteticista al estilo de Odir en Fabrizio Ronchetti.
Pero cuando todo era idílico, San Carlos lo bajó a tierra con una vieja receta que consistió en aislar al proveedor de juego –David Guzmán– de su mejor generador de fútbol –Marvin Angulo– para que la brillante reminiscencia del pasado se pareciera más a uno de los tantos equipos irregulares del presente.
Lo de Carmelita en el Morera fue muy similar, con el agravante para los morados de que lo atacaron por los costados y le presionaron a los centrales, después de tenderle una engominada telaraña en el medio que dejó al Saprissa sin ideas.
La pregunta para mañana es: ¿cuál versión de Saprissa veremos en el Fello Meza y qué le tiene preparado Cartaginés, que encontró en dos goleadas merecidas –Belén y Santos– las respuestas para hacer la autocrítica, levantarse y volver a creer?