Cuando Puro Deporte publicó la nota “Enormes diferencias en pagos de clubes a CCSS” no se trató de una maquiavélica conspiración para descabezar blancos específicos. De hecho, la investigación de Kenneth Hernández abarcó a los 12 equipos por igual con base en datos crudos, sin emitir criterio. La matemática puede ser fría, mas no mentirosa. Las diferencias entre los elencos no las urdió La Nación , sino que están allí, a la vista, en documentos de carácter público.
Cuando Puro Deporte publicó que Alajuelense despidió vía WhatsApp al técnico Javier Delgado no fue para crear un caos en la Liga, sino que se lo relató el propio Sheriff al reportero Cristian Brenes. Y cuando se informa que no ha podido vencer a un equipo tradicional en todo el torneo, tampoco es invención, sino verdad. Repasen el calendario.
Cuando el propio Brenes publicó que “Empresario pide remate de Estadio Fello Meza ante falta de pago de hipoteca de primer grado” no fue para mofarse de la crisis económica del Cartaginés, sino para dar a conocer una información de interés público.
Cuando se publicó el especial 70 años tras un balón, la nota “Monarcas de la Concacaf” relata cómo Saprissa, Alajuelense y Cartaginés levantaron ese, el máximo trofeo de nuestra confederación. De ninguna manera se excluye al Herediano malévolamente, sino que, en efecto, el Team nunca ganó dicho certamen. Lo que ganó fue la Copa Camel de 1988, torneo que no equivalía al título regional. De hecho, ese año se disputó la Copa de Campeones y Subcampeones de Concacaf con toda normalidad. Y la ganó el Olimpia de Honduras. La cigarrera era algo así como la Copa Sudamericana en Conmebol, un certamen avalado, pero de menor importancia que la Libertadores de América (además, por invitación, en una sola sede, con pocos participantes y solo se efectuaron dos ediciones —la otra la ganó Saprissa, en 1985—).
Cuando se consigna que un equipo venció al otro 2 a 0, no es para demeritar a este último, sino que, efectivamente, el derrotado recibió dos anotaciones y, como no pudo concretar ninguna, el redactor, no pudiendo inventarse otro marcador, pone: “2 a 0”.
Y así podríamos citar miles de casos y de todos los equipos sin que medien macabras intenciones, sino el deber de informar. Y de informar bien.