Han pasado algunas cosas desde que la Selección venció por última vez a Estados Unidos en su patio camino a un mundial: 32 años, un par de revueltas tecnológicas y otra social.
El Internet dejó de ser patrimonio de universidades y militares, el teléfono celular se convirtió en una prolongación de la mano y la aceptación social empezó a medirse en “me gusta”.
Con México 86 como premio, el 31 de mayo de 1985 en El Camino College en Torrance, Los Ángeles, California, un cabezazo de Evaristo Coronado a boca de arco nos dio una victoria —0 a 1— tan impensada como estridente.
Fue un alegrón de burro porque si bien surcamos la segunda fase de la eliminatoria en el Grupo 3, en la ronda final fuimos superados por Canadá, que llegó al Mundial por encima de Honduras y la Sele .
Pero en la escala previa a esa desilusión nos sentíamos a un paso de ponernos el charro, pues el enemigo natural México no ocupaba plaza por ser anfitrión y si habíamos tumbado a EE. UU., ¿qué nos impedía sacar a Canadá?
Acentuó esa sensación el dolor que provocamos en las huestes del Tío Sam: su entrenador, el griego Alketas Panagoulias lloró al término del partido y culpó a Coronado de la inminente muerte del fútbol estadounidense por perderse el Mundial en el país vecino, algo que, como sabemos, no ocurrió.
En casa la euforia estuvo a la altura. Yo era un aprendiz de periodista deportivo en La Nación , pues si bien trabajaba en Internacionales con Víctor Hugo Murillo y el entrañable Luis Rojas, el jefe de Deportes, Ricardo Quirós —un fuera de serie— me abrió la puerta como colaborador.
Mas, el golpe de efecto lo dio la competencia, con el colega y amigo Everardo Herrera, a la sazón editor deportivo en La República, quien tituló su crónica: “Costa Rica dejó a Estados Unidos en su Camino”.
Para honrar la memoria de Panagoulias —falleció el 18 de junio de 2012 a los 78 años— les cuento que el destino le dio otra oportunidad y dirigió a Grecia en Estados Unidos 94, aquel Mundial en donde Maradona hizo feo al celebrar un gol a los helenos ante las cámaras, sacarse la rifa del control antidopaje y dar positivo.
A medida que uno se adentra en el sendero de la vida después de los 50 comienza a ser blanco de decenas de recuerdos que acuden en tropel cada vez que un acontecimiento del presente nos remonta al pasado.
Así vivo el previo de la Sele frente a EE.UU. esta tarde, a puro recuerdo. Me agarré de Evaristo porque esta semana pasó de goleador histórico a gerente deportivo.
¿Un albur? Ojalá…, pero está difícil, sobre todo porque la base del equipo llega sin ritmo.