William Quirós le entregó el título a Saprissa en una fatídica devolución a su portero Leonel Moreira, que lo marcará por siempre. Yostin Salinas tampoco olvidará su debut morado, que apenas le duró cuatro minutos, suficientes para irse a bañar, con el corazón desbocado por la angustia.
Yordi Matarrita tendrá ese instante en su cabeza por mucho tiempo. El momento preciso en que quiere patear la pelota y termina en el suelo, como si los duendes del fútbol le hubiesen preparado la más dolorosa de las bromas, justo en su debut a los ojos del serio Benito Floro.
El común de los tres es su juventud. Lo bueno es que tienen mucho tiempo para olvidar y hacer olvidar. Lo mejor: Que el fútbol les dará una y muchas oportunidades para saldar cuentas con su pasado y escribir nuevas historias, con finales felices.
Como todo en la vida, el mérito no es permanecer siempre de pie, sino levantarse lo más rápido posible e intentarlo de nuevo. En perseverar como aquel Martín Palermo, que se tuvo tanta fe que tiró tres veces un penal en un juego y falló los tres. Como aquel niño rosarino que se inyectaba las piernas, solo, tres veces al día, porque soñaba con jugar en el Barcelona. No tendríamos al Messi de hoy si aquel enanito no hubiese tenido el valor de soñar y de superar los obstáculos que la vida le puso. Y así, el fútbol de siempre estuvo, está y estará lleno de niños de favelas, de gladiadores que jugaron tras una operación del corazón, de tipos que no se dejaron vencer por la pobreza, las lesiones, la falta de oportunidades, los errores o las humillaciones.
El fútbol se ve revitalizado cuando aparecen oleadas de muchachos con sueños y hambre de gloria. Ilusiona el Gerson Torres que se va al América, pero también que un mozalbete como Jimmy Marín se ponga la rojiamarilla a los 18 años, debute con gol y deje una sensación dulce.
Como igual ilusiona que 15.000 personas hayan asistido al Morera Soto, motivados no por sus estrellas, cada vez más escasas, sino por una muchachada que quiere convertirse en el futuro rojinegro. Si Floro transforma en ídolos a Kenneth Cerdas, Barlon Sequeira, Bryan Jiménez, Diego Mesén, entre otros, su paso por Alajuela será también inolvidable.
Como nadie olvida al kínder del legendario Orlando de León, que no fue campeón, pero dejó un legado de estrellas en el firmamento florense, o a los Carasucias de Juan José Gámez, los primeros en darnos una alegría vestidos de mundialistas.
Así que nadie tiene derecho a ensañarse con William Quirós, Yostin Salinas o Yordi Matarrita. Sus pecados de juventud serán apenas anécdotas, si logran sacudirse el polvo insignificante de las críticas y agarrar por los cuernos al toro del futuro.