Gentilmente, el poeta nacional Guillermo Acuña González me invitó a la presentación de su libro Al fondo del corazón , alusivo a su padre, Guillermo Tierra Acuña, y al remate que el entonces delantero de Alajuelense anidó en las redes de Lev Yashin, legendario guardameta de la Unión Soviética, con el empate 1 a 1 entre ambos equipos, el 20 de mayo de 1962, en el Estadio Nacional.
La obra se presentó anoche en la Sala Magón del Centro Nacional de Cultura. Se consigue en la librería Duluoz (Barrio Amón) y se ofrecerá en la Feria Internacional del Libro, del 25 de agosto al 3 de setiembre. En su poemario, el trovador conjuga lírica y fútbol, en la línea narrativa de intelectuales amantes del balompié, como Eduardo Galeano o Albert Camus, plumas que destilaron ríos de tinta de una cultura que, en el caso de Acuña, constituye el tributo de un hijo que recrea y eterniza la anotación de su padre.
Esta publicación de Metáfora Editores, de Guatemala, documenta artículos de periodistas tan destacados como el recordado Danilo Arias Madrigal, y José Antonio Pastor. Felipe Induni, Alex Sánchez, Édgar Zúñiga, Juan José Gámez, Guido Peña y, por supuesto, Tierra Acuña, aparecen en la fotografía de la Liga que enfrentó a los soviéticos (pág. 59), pues nuestros equipos se reforzaban debidamente en aquellas inolvidables series internacionales.
En las notas de archivo, Tierra Acuña describe su famoso gol: “El defensa central ruso se confió, le di la vuelta y cuando salía Yashin, incrusté el balón en la portería”. Mientras, el poeta lo narra así: …el héroe de negro vencido grita improperios a su celador. El ariete ve lentamente el balón entrar al marco. La certeza del obús, un círculo que no cerrará jamás.
Las páginas de Al fondo del corazón nos transportan también al antiguo Estadio Nacional. Y uno evoca, entre sol y sombra, el éxtasis del delantero manudo, en contraste con la herida de la Araña Negra, en los cordeles de su invencible estirpe. Al abordar el poema VII, el lector identifica el afán de Guillermo por proteger del olvido la hazaña de su amado viejo: hay altares por donde no pasa ni tu recuerdo, ni los gritos del gol. Pero siguen encendidos.