No había caído en cuenta hasta el fin de semana anterior. A Keylor Navas no lo quieren, o lo odian, al menos 350 millones de personas en el Mundo. ¡ Y a ninguno de ellos les ha hecho nada!.
Eso es como la población tica multiplicada por 78. Lo infiero de una encuesta de Euroméricas Sport Marketing, según la cual el Barcelona es el equipo con más aficionados: 340 millones en todos los rincones del planeta.
A esa multimillonaria legión de seguidores catalanes habría que sumarles, entre otros muchos, a la afición del Atlético de Madrid (antagonista histórico de los blancos y tercer club con más aficionados en España), a muchos hinchas del Real que quieren a un portero que sea también el de la Selección, y, por supuesto, a muchos ticos que ahora lo crucifican por su “acto de traición a la patria” al no acudir a las últimas convocatorias de la Tricolor.
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Le sumo también a muchísimos mexicanos “enchilados” porque “el tico” es portada en todo el Mundo y su Guillermo Ochoa se hace viejo amarrado a la banca del Málaga, o a los chilenos anti Navas en defensa de Claudio Bravo (arquero del Barça).
Por si fuera poco, Keylor está en un equipo que igual idolatra y detesta. Casillas -el más grande portero de su historia- es el vivo ejemplo, y los silbidos para Ronaldo en las últimas fechas dicen que el CR 7 va por el mismo camino. ¿Qué podemos esperar para él cuando ya no le alcancen sus vuelos para tapar las tortas de los demás?
Una probadita fue la de este fin de semana. El tico tuvo una actuación discreta pero normal para cualquier arquero que enfrente a ese ballet futbolero que es el Barcelona y a ese par de demonios, Suarez y Neymar. Ningún gol fue su culpa, pero el Navas de otras tardes habría evitado al menos dos.
Y ese día, cuando fue un simple portero desamparado por una defensa incapaz y acribillado por un rival mortífero, el pobre empezó a conocer a todos esos enemigos. Esa tarde sin su ángel echándole una mano, bastó para que le lloviera en todos los idiomas.
El más doloroso es el odio casero: “Que rico por vende patrias”. Y montamos de nuevo a De Gea en el avión a Madrid y a Navas en el de Tibás. Nunca como ahora me percaté de la “mala leche” que podemos llevar en el alma futbolera.