El cangrejo astrónomo no podía creerlo, tantos años deseando ver la Luna de cerca y resulta que ahora ese astro blanco y redondo estaba rodando y rebotando justo sobre la entrada de su cueva de arena ubicada a 20 metros del punto donde revientan las olas durante la marea alta. “Se me cumplió el sueño”, se decía al tiempo que echaba un vistazo a la playa con cautela, no fuera que el satélite de la Tierra lo aplastara luego de haber recorrido los 405.000 kilómetros que lo separaban del planeta.
La gaviota mitológica tenía otra versión: no se trataba de la Luna, sino del ojo que Ulises, rey de la isla griega Ítaca, le sacó al cíclope Polifemo. “Aquel ojo cayó al mar que rodeaba la Isla de los Cíclopes que aparece en el poema épico Odisea, de Homero, y desde entonces ha flotado y recorrido millones de millas”, aseguraba sin sombra de duda ante un grupo de pelícanos adictos a escuchar detalles del viaje de 10 años que Ulises realizó para regresar a su hogar después de pelear en la guerra de Troya.
“¿No ven que se trata de una redonda, una figura musical que posee una duración de cuatro pulsos de negra en la rotación musical actual?”, preguntó el caracol músico y amplió con aires de vanidad: “La figura de redonda equivale a dos blancas, cuatro negras, ocho corcheas, 16 semicorcheas o 64 semifusas”. Y concluyó: “No me extrañaría que la playa amanezca mañana convertida en un pentagrama”.
La sardina filóloga, que nadaba en la orilla del mar, tenía claro que aquella esfera empapada de espumas de olas era una letra O, así, mayúscula. Sí, tenía absoluta certeza de que era la decimoctava letra del abecedario español y la decimoquinta del orden latino internacional.
“¡Están todos equivocados!”, exclamó la tortuga teóloga. “Es la cabeza del gigante filisteo Goliat, a quien David decapitó con su espada luego de matarlo con una piedra que lanzó con su onda”.
Y mientras proseguía el debate, el niño de pantaloneta rota y deshilachada, y pies descalzos, no cesaba de jugar con la Luna, el ojo de Polifemo, la redonda, la O, la cabeza de Goliat... la bola de fútbol que le regaló un pescador... porque este deporte sigue siendo bello y mágico a pesar de las organizaciones y dirigentes que se empeñan en ensuciarlo.