Jorge Luis Pinto estrenó la partitura que nos encumbraría a la gloria, aunque algunos le bajaron el perfil al resultado y conjeturaron que el campeón del mundo “vino de paseo” a estirar piernas en un juego de guante blanco y otras boberías.
El partido fue premonitorio: la línea de 5 –Salvatierra, Umaña, Miller, Acosta y Oviedo–, dos aduanas en el medio para restarle manejo al rival –Barrantes y Azofeifa–, Bryan suelto y Campbell y el Chiqui punzantes por los costados y el centro del área.
Fue tan proyectado hacia el futuro que Saborío no estuvo –como sucedió en el Mundial– y Keylor nos dio un adelanto del porqué dos años y un mes después, reclamaría su cuota de gloria.
Nadie le creyó a Pinto cuando dijo que podíamos jugar con cualquier potencia. Y eso fue así porque las gestas siempre se construyen ante el descreimiento general.
Esa vez, el Chiqui ridiculizó a Casillas con un amague y un golazo antológico, Campbell casi le parte la cintura al Tarzán Puyol en un par de lances, y Bryan se las ingenió para descargarla rápido y ofrecerse siempre para dar continuidad a la acción.
El prestigioso diario El País escribió: “(...) Costa Rica se impuso, se mire por donde se mire”. Y añadió que España rozó el ridículo “entre la potencia de Campbell y el desparpajo de Randall Brenes”.
Aunque la Sele jugó un partidazo se cayó después del 58’, cuando se fueron Brenes y Joel, y los campeones, heridos en su orgullo, reaccionaran para que Silva acortara al 83’ y Villa nos robara la felicidad plena en tiempo de descuento.
Cuarenta y tres meses después el destino nos vuelve a juntar, ahora en suelo español, con Chope como entrenador y Vicente del Bosque muy claro en algo: va a medir fuerzas con la revelación del 2014, el mismo que bajó a dos campeones del mundo en fila –Uruguay e Italia– igualó con un tercero –Inglaterra–, eliminó a Grecia y perdió con Holanda por penales.
¿Será que el futuro nos abre la ventana de nuevo?